Es el día de las Marías, un 8 de septiembre que amanece con un sol brillante que, de a poquito, llega a la pila colonial de piedra para vestir de amarillo maíz la plaza entera. Este mismo sol invita y engalana a los fieles para celebrar la Natividad de la Santísima Virgen María en la iglesia central. Está el Padre, está Don Aurelio Salazar, elegante y tan importante, está el compadre y, así mismo, uno que otro ministro o representante de Don Carlos Julio Arosemena, allí se encuentran todos.
A lo lejos, se escucha corear el Himno a la virgen; son tantas voces que solo se reconoce el estribillo: “Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo sol nace de ella”.
Cuando ya da la bendición del Padre, todos salen en silencio, pasan la pila de piedra y, en seguida, cogen camino hacia la Plaza, hoy conocida como Juan de Salinas. Entre esa multitud está Colombia Hermosa, a sus diez años va caminando a paso apresurado ya que su madre no quiere perder el puesto para ver a los UVA (Unión de Vagos Asociados), estos toreros valientes caracterizados por su humor sano y creatividad. “Todo el teatro hacían hasta que salía el toro, luego sin más salían corriendo”, dice Colombia.
Estos jóvenes personajes, entre zapateros, sastres y carpinteros se toman su día de descanso en la Plaza. No es sábado ni domingo. Es lunes. Pero ahí están, tomándose su mayor escenario antes de que salga el gran protagonista: el torito. Entran a la Plaza y cogen el palo destinado al desposte, y, cuando el escenario está listo, comienza el show.
La primera cosecha del Granero de Quito
En el suelo de Rumiñahui se cultivaba maíz, incluida la variedad perdida llamada Grano de Oro, de tamaño considerable, amarillo y delicioso.
En la Hacienda de Luis Tipán, como en otras, ya se terminó la cosecha del año. En gratitud al arduo trabajo de los jornaleros durante la temporada, Luis hizo una corrida de toros para festejar con todos. En la Hacienda Santa Rosa, La Esperanza, Carriona, San Sebastián, Santa Clara y Santa Bárbara hay los mismos festejos, llenos de regocijo, fiesta y licor.
Tanta gente va a los toros que, de una sola vez, comenzó la colecta para terminar la iluminación y pintura de la Iglesia de Sangolquí. Ahí ya está el pretexto para festejar con la primera corrida de toros populares, estos sí para todos.
Cuando llegaron los chagras a la Plaza en sus elegantes caballos, se detuvieron un momento en una esquina, en cualquier del lugar. Ahí estaban grandes pailas con trago para que la gente sea parte de esta fiesta general. Las viejas casas de dos pisos agradaban a la vista y formaban parte del gran paisaje taurino, de esos que bajaban desde el monte.
Estaba la Plaza prácticamente llena, parece que nadie más faltaba, pero no fue así. Llegó el Presidente de la República, el de turno. A él también le gustaba contagiarse de emoción, de valentía y de fiesta. Así fue como la Plaza “Juan de Salinas” se convirtió en el escenario de estas celebraciones año tras año. Así fue como los populares toros de hacienda se convierten en los populares del cantón.
El hombre que vive en el campo
Chagra significa eso: el hombre que vive en el campo. Es el chagra el que da vida a las fiestas del cantón. Han pasado ya muchos años desde la primera corrida de toros. Ya no se la realiza en la Plaza Juan de Salinas; ya pasó el turno de la Plaza César Chiriboga, y ahora la convocatoria es en la plazoleta Rumiñahui.
Lo que sí no ha cambiado es la fecha de la celebración. Se mantiene el ocho de María, con su misa y procesión con tres días de duración: sábado, domingo y lunes. Asimismo, los chagras ya tienen su desfile procesional. Como en Machachi, estos hombres del campo vienen de sus haciendas y desde pueblos cercanos a la fiesta. Vendrán desde Pintag, desde Amaguaña, desde Machachi. Bajan en sus caballos con la vestimenta inconfundible: zamarro, bufanda, poncho y sombrero.
Sin notar, que las calles de la ciudad están llenas. Otra vez en la multitud está Colombia Hermosa, que deja de observar el desfile para añadir: “Don Aurelio Salazar, con su buena posición económica, hizo una plaza de toros completita. Incluso tenía burladeros ya que, para ese entonces, eran reglamentarios. Había también graderíos y toriles, duró un año con la presencia de toreros profesionales, pero no dio resultado porque la gente quería toros populares y la plaza desapareció”.
Colombia se instala con su familia en la Plaza. Su hermano que sabía cómo torear con caballo, está ahí, desafiante y seguro. El toro también se defiende y agarra al animal. A gritos, nadie se imagina, pero ahí está Colombia, que llega rapidísimo donde se encontraba su hermano y entre más gritos hacia el centro de la plaza, salen a las barrederas, a salvo.
Se hacen las chinganas de maderas, en forma de redondel con diferentes pisos y toriles. Abajo venden comida típica, es permitido porque entran a un concurso del municipio, donde deben comprar el puesto y construirlas por sí mismos.
Ya después llega Víctor “El Melloco” Ayala, primo de Colombia, con sus toros traídos desde Píntag. Entra en compañía de los peones llamados “Chasquis” que son los encargados de ayudar a tumbar al toro para enlazarle y quitarle las betas de los cuernos. Cuando se acaban los concursos se entregan las colchas a los ganadores. El próximo año veremos si se mantienen invictos.
Los toros populares de las Fiestas del Maíz y el Turismo
Pero qué son los toros sin los olores, sin los sabores que los acompañan. Mientras unos asustados huyen del negro animal y otros entusiasmados apoyan al becerro para que gane la partida, otros mejor se sirven un plato de comida.
El hornado y las tortillas le dan color a las mañanas toreras. Su olor y su color se mezclan con los cuadros celestes en los delantales de las señoras que brindan estos tradicionales platos en las fiestas que todos esperan. Entonces no solo es la festividad en la que los toros son el centro de atención, sino también el cerdo, la papa y la naturaleza.
Y qué decir de las bebidas, una chicha, una cola y hasta un fuerte para dar valor, son los brebajes preferidos por los toreros y sus “hinchas”. Todo se mezcla en un cúmulo de sensaciones, el gusto por los toros de pueblo entonces no solo entra por los ojos o por los oídos, entra por el estómago y la boca.
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"Tortillas, hornado, chicles, tabacos, Trópico, Trópico" es la banda sonora de las gradas y alrededores. Los decibeles no importan, entre el griterío y chiflido masivo los amigos se encuentran, los vecinos y las madres regañan a sus hijos por correr cerca de la calle.
Por la calle, todos venían a pie, dejando su ropa de día en la casa y solo llevando puesto sus mejores galas y, por supuesto, sus sombreros. Ahora, como las distancias aumentaron, todos traen una extensión de su casa hasta la improvisada plaza, sus cuatro ruedas.
Si pudiéramos mirar el lugar desde metros arriba, veríamos el rondador multicolor de vehículos que se forma, una muestra de que los tiempos han cambiado, hasta que un ¡olé! nos lleva de nuevo a esa época sin años, sin fechas, donde el toro es toro y el hombre, hombre.
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