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EL CHAGRA Y EL SEÑOR ALCALDE


Aproximadamente a las 4 a.m. Samuel Aldas se levanta de la cama de un salto, ha llegado el día del desfile, y aunque ha participado desde hace 20 años del Paseo del Chagra por las principales calles de la Ciudad de Sangolquí, todavía siente cierto nerviosismo en los preparativos y cierta ansiedad por quedar disfrazado como él quiere, es decir con un toque de antaño y de esta humildad.

Oshotas
La noche anterior deja listo lo que se pondrá esta mañana. En la pequeña sala de su casa, ubicada en el barrio El Vínculo, se encuentran amontonados un sombrero ya casi sin forma y con huellas del tiempo, un poncho típico de la sierra central a rayas y casi en hilachas, la camisa blanca que es lo único nuevo que se utilizará, un pantalón de fino casimir en el que se destacan tres o cuadro parches cosidos a mano y de diferente tela y un par de “oshotas” que son dos “alpargatas” formadas de una suela de caucho gruesa, dando la forma de sandalia y tiras de algún cuero de animal preparadas y secadas al sol, adornadas con unas pequeñas espuelas que le dan el toque especial a cualquier chagra que se precie.
Su compañero será un joven burrito al que ha colocado una silla de montar elaborada a mano por uno de sus amigos artesanos. Pues, a diferencia de los chagras tradicionales,  él no montará un caballo, porque el que tenía su hijo se ha llevado la noche anterior y no hay visos de que regrese.

Completa su traje varios “cabestros” en el hombro, un rondador y una vejiga de animal en forma de botella para el licor, por supuesto con su tapa elaborada del soporte de los granos en la mazorca llamado “tuza”

 

La salida


Una vez ataviado con el “traje” se dispone a salir con el burrito en ristre y como la fiesta había empezado, prueba un trago de canela con puntas que ha preparado la noche anterior, este desayuno le daría el toque apropiado a su ánimo para el desfile.

Una vez en la calle que baja hacia el centro de la ciudad, se anima a montar el noble animal, busca una peña que le sostenga por si el burrito hace algún quiebre no acostumbrado. Una vez montado y viendo que no quiere caminar, y para colmo olvidando que tenía espuelas,  le talonea ligeramente, y el burrito levanta las patas y lanza violentamente a Samuelito contra la peña haciendo pedazos el rondador y estropeando todo el traje.

Para suerte del chagra, no se encontraba gente por el camino, sino hubiera sido la causa de sonoras carcajadas.

Tomando un nuevo sorbo del trago que llevaba, calma al animal y se vuelve a montar; esta vez con caricias y mucho cuidado logra que camine cuesta abajo, hasta el punto de reunión para empezar el desfile.

Historias y anécdotas entre tragos


Hasta llegar al lugar de partida designado por los organizadores, Samuel ha cosechado un sinnúmero de sonrisas de todos los que lo han visto pasar con ese traje y el animal, él no se da por aludido y saluda graciosamente a todos levantando la mano.

A las ocho de la mañana comienza el desfile y para esa hora junto a los amigos Samuel había consumido, casi media botella de la canela con puntas que llevaba. Obviamente con el licor se ponía más alegre cada vez.

Samuel es una persona muy conocida en Sangolquí, porque aparte de ser un personaje típico del desfile, trabaja en una institución de servicios lo que le da esa popularidad que es su orgullo.

A tres cuadras del recorrido saluda con un amigo, al que sin dudarlo le ofrece el trago en la vejiga que está a medio consumir.

A la pregunta del porqué del traje. Me comenta la primera anécdota:

Desde hace 20 años que participo en las fiestas del maíz y del turismo, porque como usted ve soy nativo del campo y me gusta mucho las viejas tradiciones. Mis abuelos fueron empleados de una hacienda y yo tengo la idea de cómo era la vida del campo. Es por esto que cuando me toca participar organizamos todo para mostrar cómo era la labranza de la tierra, sus vestuarios y sus costumbres”.

A cinco cuadras y después que el segundo conocido le saluda y también le pregunte acerca de su traje. Samuelito se dispone a contar una de sus típicas historias, acompañada de unos buenos sorbos del “traguito” de la vejiga.

La gente moderna ya no sabe, por decirle una cosa tan simple, qué es el jaccigua. El “jaccigua” es, por ejemplo, cuando ya se termina la cosecha del maíz en la hacienda; se hace una cruz de mazorcas, se invita a los dueños de la hacienda a que se den una vuelta, viendo que ya se ha culminado la cosecha. Luego de eso se le coge, como se dice, a “traición”; se  le hace cargar la cruz, se le amarra y se le pide el “jaccigua” al final de la cosecha. Entonces lo que tiene que hacer el dueño de la hacienda es llamar al mayordomo y le dice: a ver pelen un toro, buey o una vaca, hagan mote, chicha. Y como antiguamente no había radio, no había banda, no había nada de eso, simplemente se hacía música con  un pingullo, o en el mejor de los casos se amenizaba la fiesta con guitarra, rondador, violines, bandolines. Eso era la fiesta del jaccigua,”

Está a punto de llegar a la tribuna y Samuel sigue disfrutando de su trago, de la fiesta y del desfile.

Otro amigo le pregunta cómo nació el desfile del chagra, con tragos de por medio y haciendo parar el desfile en medio de la calle Abdón Calderón, cuenta la siguiente historia: “En relación a eso hubo la idea de que como no había carros en el Cantón, toda la gente bajábamos a las compras cada fin de semana en caballos o asnos, también para hacerse el pelo o comprar las cosas de primera necesidad, en especial el Kerosene”  porque no había luz y se alumbraba con “mecherito” que se hacía uno mismo. A raíz de eso hubo gente que bajaba montado, se llamaban chagras de campo. Nace ahí la idea de que se haga un desfile de chagra; comenzó con 10 ó 12 grupos invitados de las haciendas, siendo este su origen y lo que ahora es una tradición”.

Cada vez más cerca de la tribuna de autoridades, un conocido periodista de un medio local, lo saluda y le pregunta que cómo así él desfila vestido de esa manera, a lo que con traguito de por medio responde:

“La intención del grupo de amigos que nos reunimos para participar en el desfile es poder representar la identidad del Cantón. En especial recordar cosas como que Sangolquí es conocido como el granero de la provincia de Pichincha, donde se cosechaba el maíz “bajamonte”, con granos de porte de una haba, para el consumo personal o la venta, porque como se sabe hay tantos productos que se derivan del maíz como el mote, el tostado, las humitas, las tortillas, etc. !Salud!”. Y sigue el camino hacia la tribuna.

Paso frente a la Tribuna de Autoridades


Samuel es un personaje que se caracteriza por su frontalidad para decir las cosas y por su humor bastante  ácido.

Cerca de la tribuna, el burro no resistía el recorrido y finalmente se arrodilla en la calle sin querer moverse. Por más esfuerzo que realizaba Samuel, el animal no daba un paso más.

Samuel Aldas saludando con el sombrero frente a la tribuna
Como es conocido, todos los chagras, al pasar por  delante de la tribuna, efectúan sus mejores repertorios, o saludan con sombrero en mano e intentan quites con el caballo, bastante difíciles,  demostrando  dominio encima de las bestias o recogiendo algún objeto que previamente lanzan a la calle sin bajarse del mismo.
Samuel, con todo el trago de la vejiga dentro, pues se lo había consumido hasta el fondo y con el burrito sin querer parase, lanza un grito que a pesar del jolgorio de la gente se alcanzo a escuchar: ¡Vamos, señor Alcalde, muévase haga algo!
Ante la carcajada de la gente tuvo que explicar que el burrito tiene como mal nombre “Señor Alcalde” y que lo único que intenta es lograr que el noble animalito haga alguna gracia para homenajear a las autoridades.

Aclarado el incidente, todavía colorado y viendo que por fin se levanta el burrito prosigue su camino

 

La anécdota final


Pasadas las horas difíciles del  “chuchaque”, Samuel contaría la  anécdota con la que culminaría ese  año el desfile del Chagra:

Después del desfile por la calle “Abetos”, ya bien “chumado”, me monto al burro y en mi pensar, me voy a la casa. Cerca del toril atravesaba el Tinajillas y se había formado como una “resbaladerita” (pequeña pendiente); me bajo al río con la intención de cruzarlo. Pero el burro no quería pasar, quedándome en el lecho del río”.
Viendo que me había bajado por el toril, y además que estaba todo mojado, peleando para que el burro logre pasar, la señora Cevallos, vecina del sector, me dice:
“Ve que lindo ese señor que bonito”
A lo que le respondí: “El burro o yo”:
“Ambos, pero espere no sea malito, quiero tomarle una foto” me contesta alegre. Entro a la casa pero como la señora no encontraba el rollo para la cámara, me dice:
“No tengo rollo, me voy a traer del centro, pero no se irá”
Se dio el lujo de ir hasta la Plaza Central por el rollo y yo esperándole porque ya estaba bien “chumadito”. A la larga me tomó las fotos.

Al otro día bajó al concurso del lazo. Porque estaba en el programa que tenía que concursar en el burro mismo.

“Ya sobrio y de día, me doy cuenta que en el río ya existía un puente  y que se encontraba a unos  10 metros  de donde me quedé. A carcajadas como burlándome de mi mismo, me dispongo a entrar a la plaza de toros donde me llevé una colcha en merecimiento a mi buen desempeño en el Señor Alcalde”.













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