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LOS PINTORES DE EL PROGRESO


Al hablar de Carnaval los primeros países que se nos vienen a la mente son Brasil, España o Colombia, con el carnaval de Rio de Janeiro, el Carnaval de Tenerife y el de Barranquilla, respectivamente.

Sin embargo, dentro del Ecuador, en cada rincón y provincia, existen grandes festividades religiosas y culturales que se dan durante el Carnaval: En la provincia de Esmeraldas se prepara el Festival de Danza y la Marimba, que en el 2011 cumple su décima edición; grupos de danzas colombianos, peruanos, argentinos y brasileños preparan sus mejores disfraces y sus mejores ropas para celebrar esta festividad, considerada para muchos como un evento cultural y religioso.

Alejado de la región costera, en el Valle del Chota, Imbabura, como ya es costumbre desde el 2002 se celebra el Coangue. Fiesta Afroecuatoriana con gran riqueza cultural que se manifiesta a través de la danza, las bandas mochas, la literatura, la música bomba y la gastronomía del lugar.

Siguiendo la serranía ecuatoriana y llegando a la provincia de Tungurahua, en Ambato ya es una tradición que la fiesta de las Flores y las Frutas se realice cada año desde 1949, a raíz del devastador terremoto del 5 de agosto y el deseo de la población en dejar de lado este suceso.

De la misma manera, en la provincia de Pichincha, en un pequeño cantón llamado Rumiñahui, se realiza el Corso de Carnaval, una festividad que se la celebra en el mes de febrero, precediendo a la cuaresma. Comparsas, danzantes y carros alegóricos amenizan lo que sería “la festividad más colorida del año”.

 

Los pintores de El Progreso recubren a Rumiñahui


A las 7: 20 de la mañana de un 21 de febrero, la población de Sangolquí se levanta con el cielo cubierto de nubes oscuras y una pequeña llovizna que se torna incómoda para la ocasión. Los gritos de los niños correteando por las calles y las bocinas de los pocos vehículos que concurren por las calles principales, son la muestra de que una festividad esta próxima a empezar.

Como era costumbre durante estas fiestas, Mario Ayala, de 12 años, sale a caminar por la calle García Moreno en compañía de sus dos amigos de infancia. Sus pasos aunque alegres, eran cortos y lentos, la sonrisa de oreja a oreja, escondían nerviosamente las pequeñas botellas llenas de agua que llevaban a sus espaldas. “Recogíamos las botellas plásticas de nuestra casa, les llenábamos de agua y en la tapa hacíamos un agujero con un clavo calentado en la estufa para que al apretar saliera el agua”, comenta Mario, mientras sus ojos le brillaban de la felicidad, pues el carnaval es su festividad favorita.

Trabajadores de El Progreso
Muy cerca de ese poblado, desde 1910 se había asentado la fábrica de cigarrillos El Progreso, una sucursal traída desde la ciudad de Guayaquil con el ferrocarril que une a Quito. Alrededor de 200 hombres, entre capitalinos y sangolquileños, trabajaban en estas instalaciones ubicadas en el Valle de los Chillos. Por lo general, iban caminando hasta Sangolquí para hacer compras o cortarse el cabello, de ahí que varios de estos trabajadores entablaran amistad con los habitantes del lugar, con quienes los fines de semana compartían algún deporte para entretenerse.

Pocos años después de funcionamiento de la fábrica en Sangolquí, una mañana del mes febrero, alrededor de 20 trabajadores de El Progreso se reúnen para contar el dinero que habían logrado recaudar en las coletas que acostumbraban hacer para las festividades de carnaval. Dos trabajadores, generalmente los más jóvenes, se dirigen al centro poblado de Sangolquí dos días antes de carnaval para comprar pintura a base de agua, la cual disolvían y ponían en pequeñas cubetas que tomaban prestadas, propiedad de los señores de limpieza de la fábrica.

Mientras tanto, en la avenida General Enríquez y Abdón Calderón, decenas de personas vestidas con ropas viejas y mojadas, aplaudían y disfrutaban del Corso de Carnaval que se llevaba a cabo por primera vez en el cantón. Mario y sus dos amigos se escondían detrás de los arboles que adornaban la General Enríquez, para mojar a los danzantes y las comparsas que se presentaban desde las 10 de la mañana y que recorrían las principales calles de Sangolquí.

Este desfile, que se realizaba el primer día de los tres que duraba el carnaval, tenía un recorrido de dos kilómetros. Los danzantes y los niños de las escuelas que hacían sus representaciones, debían soportar agua, serpentinas, harina y otros ingredientes de cocina que les arrojaban los moradores a medida que caminaban y bailaban, acompañados de bandas populares, por las avenidas y barrios del pueblo. El recorrido finalizaba donde actualmente es la Plaza Cívica Rumiñahui, lugar donde se reunían todos los que participaban del corso para comer los preparados que les brindaban los dirigentes de la época.

Siendo la una de la tarde, hora que generalmente terminaba el desfile, los trabajadores de la fábrica El Progreso se preparaban para bajar a Sangolquí, algunos con los uniformes y otros vestidos con ropas viejas, caminaban con paso acelerado para llegar a la Avenida Enríquez. Llevaban consigo las cubetas llenas de pintura y otras simplemente con agua.

Cerca de la avenida, un grupo de familiares que estaban jugando carnaval y bailando al ritmo de la banda de pueblo, contratada para amenizar la fiesta, observan a lo lejos acercarse a un grupo de hombres con cubetas en mano.

¡Ya vienen los de El Progreso!, advirtieron a los vecinos que se encontraban cerca.

La gente corría por toda la avenida a esconderse para no ser alcanzados. Ni las personas de edad avanzada se libraban de los ataques de pintura que hacían los trabajadores de la fábrica. Hombres, mujeres, niños y ancianos terminaban embadurnados, al igual que las avenidas por donde recorrían. Mario y sus amigos corrían detrás de ellos con los “chisguetes” en las manos. 

Ya era costumbre que los del Progreso todos los carnavales vayan con pinturas recorriendo las calles de Sangolquí. Como hay gente que lo toma con risas y les esperan con agua o harinas, otros simplemente prefieren no salir de sus casas”, comenta Alfonso Díaz, sangolquileño de 62 años que recuerda la época de “los pintores del Progreso”, como él mismo los denomina.

En otras calles y barrios por donde el desfile de carnaval no pasaba, la gente jugaba familiarmente, se reunían, compartían los preparados y se mojaban. Incluso había lugares donde se “asaltaban” las casas, los jóvenes se subían a las paredes y mojaban al vecino. Pero a la larga, todos terminaban reunidos tomándose los famosos “canelazos”.

 

La campaña municipal y el Corso de Carnaval Rumiñahui

En la mañana del 21 febrero del 2004, cientos de asistentes se ubican desde muy tempranas horas a lo largo de las avenidas General Enríquez y Abdón Calderón para ver el desfile de carnaval. La expectativa de saber cómo se iba a llevar a cabo el Corso ese año, aumentaba el número de personas en las aceras de las principales vías del cantón.

Meses antes de empezar las festividades de carnaval, el  Ilustre Municipio de Rumiñahui, encabezado por el Alcalde Héctor Jácome, lanza una campaña para cuidar el líquido vital y reemplazarla por la espuma de carnaval, como único artículo carnavalesco para usar durante el desfile. 

Coloridas comparsas, danzantes, bandas de pueblo y estudiantiles, dieron inicio a lo que se denomino “Corso de Carnaval Rumiñahui”. Un desfile donde se prohíbe jugar con agua y manchar a los participantes con espuma de carnaval.

Alfonso Díaz comenta que “Desde el 2004 con la campaña municipal, el respeto y la solidaridad se ha solventado entre los habitantes. La gente juega sin agua y en el corso, se sigue mostrando parte de la identidad de los rumiñahuenses”.

Esta festividad, al igual que en 1990, cumple con un recorrido de dos kilómetros pasando por las calles Venezuela, Mercado, Eloy Alfaro, Bolívar, Genaro Jaramillo y Riofrío hasta llegar a Plaza Cívica Rumiñahui, donde se encuentran las autoridades del cantón.

Aunque los pintores de El Progreso ya no existan, quedaron impregnados en la memoria de los habitantes de mayor edad. A tal punto que en la actualidad muchas veces se escapa un grito ¡Ya vienen los de El Progreso!, haciendo escapar más de una carcajada a los que recuerdan esa época. 


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