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LAS CARRETAS RENACEN EN RUMIÑAHUI


Las carrozas, desde su origen en el siglo XVI, siempre fueron direccionadas a un grupo determinado de personas. Sólo la gente distinguida las usaba como muestra de su jerarquía en el pueblo. Este era el caso de Inglaterra, donde a las primeras horas de la mañana de un día que parecía común, se comenzaron a escuchar el repiqueteo rítmico de las ruedas de madera o metal con las piedras de las principales calles, la gente aseguraba que se trataba de alrededor de 15 coches que se acercaban por las avenidas, dando indicio que algo importante estaba sucediendo. La elegancia y los acabados, unos más lujosos que otros, mostraban a la población que la princesa Margarita se dirigía a casarse con don Juan. Siendo esta la primera ocasión en donde los coches de caballos dieron su aparición en las poblaciones.

Desde ese entonces, en varios países, como por ejemplo en España, la gente más adinerada o de la realeza comenzó a usar los coches de caballos como medio de transporte. Don García de Toledo, lugarteniente general de Barcelona, hacía sus magníficas entradas en un carro enteramente dorado por dentro y por fuera.

Mientras tanto, en Francia, a los coches de caballos les dieron otra utilidad, eran utilizados para la conducción y transporte de estudiantes, cuando se originaron las conocidas universidades literarias. Y más adelante se establecieron coches para la mensajería y manejo de mercancía, siendo ya utilizados por toda la población.

Actualmente, con el desarrollo de los vehículos de motor, los coches de caballos o carrozas han desaparecido dentro de las poblaciones. Lo que antes era utilizado para hacer viajes, llevar mercancía de un lado a otro, o simplemente pasear, fue sustituido por carros lujosos, buses o motocicletas que transitaban diariamente por amplias avenidas de la ciudad. Pues es común observar que los caballos u otros animales que jalaban las carrozas, están siendo utilizados para la labranza de la tierra o en actividades del campo, por lo que se encuentran alejados del centro poblado. Si antes recorrían diariamente las angostas calles, hoy en día, sólo lo hacen en ocasiones especiales, como por ejemplo en desfiles.

El ideario de las fiestas del maíz y la cosecha


Reina del Cantón Rumiñlahui (2007)
En septiembre del 2007, cuando faltan tres días para que comience una de las festividades más llamativas en Rumiñahui. Las carrozas vuelven a ser los coches de viaje o traslados de mercancías, apareciendo nuevamente en las calles adoquinadas del cantón, pues se llevará a cabo el desfile de las Carretas del Rocío. Adornadas con flores y objetos conmemorativos a las Fiestas del Maíz y del Turismo, abrirán paso a los demás eventos que se realizarán durante ese mes para rendir culto al maíz, producto característico de Sangolquí.

Muy cerca de la avenida principal por donde pasaría el desfile, en una casa de la calle García Moreno, José Goyez, profesor sangolquileño, de piel morena que contrasta perfectamente con su camisa blanca y el anillo de oro que lleva en su mano derecha, me invita a pasar a su hogar para comentarme cómo surge la idea de realizar por primera vez el desfile de carretas.

En una reunión con Luis Cevallos, un compañero de la infancia, mientras esperábamos localizarle a otro amigo, me comparte que ya está cansado de ver sólo caballos en los desfiles de septiembre; dando ideas para hacer algo novedosos para el cantón y después de eliminar opciones como desfiles con danzas o bandas de pueblo, se nos ocurre hacer un desfile con carrozas” explica Goyez, quien en el 2006, un año antes que se dieraorigen a las carretas del Rocío, trabajaba en la Cámara de Turismo y había cosechado varios contactos que les pudieron ayudar hacer realidad lo que hasta ese entonces estaba solo en pensamientos.

A partir de comienzos del año 2007, Goyez y Cevallos empiezan a materializar el sueño de brindar a la población sangolquileña una fiesta diferente, que tenga la participación y aceptación de todos los barrios del cantón.

La preparación parte de la idea de que para que la festividad del maíz y la cosecha, como la denominaron, se pueda realizar y tener funcionamiento por varios años, tenían que llevar un respaldo de medios y personajes políticos. Para lo cual, José y Luis, tuvieron contacto con María Isabel Salvador,  ministra de esa época, y a quien le nombraron como madrina de la fiesta; y con su firma de respaldo en diplomas que serían entregados a los alcaldes, empiezan a recorrer el Ecuador. El fin es conseguir la presencia de las reinas de cada una de las provincias de este país en el desfile de carretas que se iba a realizar para abrir las festividades del maíz y la cosecha. 

Continuando con esos preparativos para el gran día, Goyez recuerda tener un amigo de la organización que les podía conseguir cadetes de la policía para acompañar a las posibles reinas que asistían al desfile, y también adquirir alrededor de 20 carretas, que son arregladas y bien preparadas con productos característicos de cada provincia. Teniendo una noticia positiva y el permiso de la municipalidad, se lleva a cabo el primer desfile de las carretas del Rocío, pocas semanas antes del tradicional paseo del chagra del año 2007.

Logramos tener la presencia de 18 reinas del Ecuador gracias al auspicio de la Cámara de Turismo y el respaldo de la ministra Salvador. Por medio de una vieja amistad con Marisol Carrillo, pudimos contar con la presencia del vicepresidente Lenin Moreno.
Teniendo de esta manera, el desfile de carretas, donde antecedía a cada reina un reconocido grupos de danzantes a nivel nacional, como por ejemplo la diablada de Pillaro o el grupo sangolquileño, Nueva Generación, quienes incrementaron una coreografía relacionada al maíz”. Me comenta José Goyez con una gran sonrisa dibujada en el rostro.

Las calles se llenaban de cientos de personas que asistían al desfile. Los sangolquileños, y en especial los hombres que se encontraban con cámara fotográfica en mano, se sentían orgullosos al tener un evento que contara con la presencia de figuras nacionales como Luigina Cabezas Miss Ecuador de esa época, Ana María Adum Reina de Guayaquil, María Cristina de la Paz Reina de Quito o Estefanía Chalco Reina de Cuenca. Las mismas que se asombraban por la calidez con la que el público las recibía a medida que recorrían las avenidas del cantón.

Este desfile como explica José, “Estaba pensado con la idea de integrar a la población, para lo cual se escogía a un representante de cada barrio por donde pasaban las reinas y los danzantes; se le daba un Cd grabado con todas las canciones características de las 18 provincias participantes y la amplificación para mostrar la diversidad cultural ecuatoriana”.

Desde ese entonces y a partir del 2007 se acogió una tradición: antes del siguiente desfile, exactamente una semana, se entregaba el priostazgo.

Para dar una mayor integración, se crea un gremio para clasificar a las organizaciones ecuatorianas y escoger al posible prioste del año.  En el 2008, esta dignidad recae en la UNE, quienes debían preparar una representación de la cosecha que abarcaría personajes como los mayordomos, peones, cargadores, costaleros y recogedores de mazorcas, y presentarla durante el siguiente desfile.

Para hacerlo más tradicional la entrega del priostazgo, se preparaba en la Iglesia Matriz una ceremonia, en la cual se entregaba al nuevo prioste una cruz de mazorcas que se la colocaba en la espalda. Simulando, así, la costumbre que tenían los trabajadores de las grandes haciendas, en época de cosecha, con al dueño de la propiedad al pedirle el “Jaccigua” y hacerle cargar una cruz de similares características.

Sin duda, la iniciativa de los dos sangolquileños, José y Luis, pudo dar el punto de partida para demostrar a la población que es posible materializar un sueño que nació a partir de una acostumbrada reunión entre amigos, pero que pudo despertar la solidaridad y el compañerismo entre los que hacen parte del Cantón Rumiñahui, un poblado que se fue desarrollando a partir de una pequeña parroquia y que llegó a conformarseen una ciudad dedicada a recuperar una identidad, que muchos creían perdida.

TOREROS A LOS TOROS A TOREAR


Es el día de las Marías, un 8 de septiembre que amanece con un sol brillante que, de a poquito, llega a la pila colonial de piedra para vestir de amarillo maíz la plaza entera. Este mismo sol invita y engalana a los fieles para celebrar la Natividad de la Santísima Virgen María en la iglesia central. Está el Padre, está Don Aurelio Salazar, elegante y tan importante, está el compadre y, así mismo, uno que otro ministro o representante de Don Carlos Julio Arosemena, allí se encuentran todos.

A lo lejos, se escucha corear el Himno a la virgen; son tantas voces que solo se reconoce el estribillo: “Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que, con ser estrella, es tal, que el mismo sol nace de ella”.

Cuando ya da la bendición del Padre, todos salen en silencio, pasan la pila de piedra y, en seguida, cogen camino hacia la Plaza, hoy conocida como Juan de Salinas. Entre esa multitud está Colombia Hermosa, a sus diez años va caminando a paso apresurado ya que su madre no quiere perder el puesto para ver a los UVA (Unión de Vagos Asociados), estos toreros valientes caracterizados por su humor sano y creatividad. “Todo el teatro hacían hasta que salía el toro, luego sin más salían corriendo”, dice Colombia.

Estos jóvenes personajes, entre zapateros, sastres y carpinteros se toman su día de descanso en la Plaza. No es sábado ni domingo. Es lunes. Pero ahí están, tomándose su mayor escenario antes de que salga el gran protagonista: el torito. Entran a la Plaza y cogen el palo destinado al desposte, y, cuando el escenario está listo, comienza el show.



La primera cosecha del Granero de Quito


En el suelo de Rumiñahui se cultivaba maíz, incluida la variedad perdida llamada Grano de Oro, de tamaño considerable, amarillo y delicioso.
En la Hacienda de Luis Tipán, como en otras, ya se terminó la cosecha del año. En gratitud al arduo trabajo de los jornaleros durante la temporada, Luis hizo una corrida de toros para festejar con todos. En la Hacienda Santa Rosa, La Esperanza, Carriona, San Sebastián, Santa Clara y Santa Bárbara hay los mismos festejos, llenos de regocijo, fiesta y licor.

Tanta gente va a los toros que, de una sola vez, comenzó la colecta para terminar la iluminación y pintura de la Iglesia de Sangolquí. Ahí ya está el pretexto para festejar con la primera corrida de toros populares, estos sí para todos.

Cuando llegaron los chagras a la Plaza en sus elegantes caballos, se detuvieron un momento en una esquina, en cualquier del lugar. Ahí estaban grandes pailas con trago para que la gente sea parte de esta fiesta general.  Las viejas casas de dos pisos agradaban a la vista y formaban parte del gran paisaje taurino, de esos que bajaban desde el monte.

Estaba la Plaza prácticamente llena, parece que nadie más faltaba, pero no fue así. Llegó el Presidente de la República, el de turno. A él también le gustaba contagiarse de emoción, de valentía y de fiesta. Así fue como la Plaza “Juan de Salinas” se convirtió en el escenario de estas celebraciones año tras año. Así fue como los populares toros de hacienda se convierten en los populares del cantón.


El hombre que vive en el campo


Chagra significa eso: el hombre que vive en el campo. Es el chagra el que da vida a las fiestas del cantón. Han pasado ya muchos años desde la primera corrida de toros. Ya no se la realiza en la Plaza Juan de Salinas; ya pasó el turno de la Plaza César Chiriboga, y ahora la convocatoria es en la plazoleta Rumiñahui.

Lo que sí no ha cambiado es la fecha de la celebración. Se mantiene el ocho de María, con su misa y procesión con tres días de duración: sábado, domingo y lunes. Asimismo, los chagras ya tienen su desfile procesional. Como en Machachi, estos hombres del campo vienen de sus haciendas y desde pueblos cercanos a la fiesta. Vendrán desde Pintag, desde Amaguaña, desde Machachi. Bajan en sus caballos con la vestimenta inconfundible: zamarro, bufanda, poncho y sombrero.

Sin notar, que las calles de la ciudad están llenas. Otra vez en la multitud está Colombia Hermosa, que deja de observar el desfile para añadir: “Don Aurelio Salazar, con su buena posición económica, hizo una plaza de toros completita. Incluso tenía burladeros ya que, para ese entonces, eran reglamentarios. Había también graderíos y toriles, duró un año con la presencia de toreros profesionales, pero no dio resultado porque la gente quería toros populares y la plaza desapareció”.

Colombia se instala con su familia en la Plaza. Su hermano que sabía cómo torear con caballo, está ahí, desafiante y seguro. El toro también se defiende y agarra al animal. A gritos, nadie se imagina, pero ahí está Colombia, que llega rapidísimo donde se encontraba su hermano y entre más gritos hacia el centro de la plaza, salen a las barrederas, a salvo. 

Se hacen las chinganas de maderas, en forma de redondel con diferentes pisos y toriles. Abajo venden comida típica, es permitido porque entran a un concurso del municipio, donde deben comprar el puesto y construirlas por sí mismos.

Ya después llega Víctor “El Melloco” Ayala, primo de Colombia, con sus toros traídos desde Píntag. Entra en compañía de los peones llamados “Chasquis” que son los encargados de ayudar a tumbar al toro para enlazarle y quitarle las betas de los cuernos.  Cuando se acaban los concursos se entregan las colchas a los ganadores. El próximo año veremos si se mantienen invictos.

Los toros populares de las Fiestas del Maíz y el Turismo


Pero qué son los toros sin los olores, sin los sabores que los acompañan. Mientras unos asustados huyen del negro animal y otros entusiasmados apoyan al becerro para que gane la partida, otros mejor se sirven un plato de comida.

El hornado y las tortillas le dan color a las mañanas toreras. Su olor y su color se mezclan con los cuadros celestes en los delantales de las señoras que brindan estos tradicionales platos en las fiestas que todos esperan. Entonces no solo es la festividad en la que los toros son el centro de atención, sino también el cerdo, la papa y la naturaleza.

Y qué decir de las bebidas, una chicha, una cola y hasta un fuerte para dar valor, son los brebajes preferidos por los toreros y sus “hinchas”. Todo se mezcla en un cúmulo de sensaciones, el gusto por los toros de pueblo entonces no solo entra por los ojos o por los oídos, entra por el estómago y la boca.


Toros Populares
Cómo olvidarnos de la comida, a pasto mojado, a tierra removida. Desde niños la gente del barrio acostumbró sus narices para estos aromas típicos. No es un paraíso de perfumes finos o delicados, el aroma es fuerte y recio como el toro, pero es inconfundible. También están las Chinganas, esos fuertes de madera que reúne a todos alrededor de los sangolquileños. Los sonidos también juegan un rol fundamental en la tradición torera. Los gritos, las risas y los aplausos se funden en un concierto que acompaña cada corrida, cada tarde. Con la cantidad de gente, los nombres se pierden y los silbidos se mezclan con los ¡Ohhh!, cada vez que la punta de un cuerno se acerca al arriesgado de turno.

"Tortillas, hornado, chicles, tabacos, Trópico, Trópico" es la banda sonora de las gradas y alrededores. Los decibeles no importan, entre el griterío y chiflido masivo los amigos se encuentran, los vecinos y las madres regañan a sus hijos por correr cerca de la calle.

Por la calle, todos venían a pie, dejando su ropa de día en la casa y solo llevando puesto sus mejores galas y, por supuesto, sus sombreros. Ahora, como las distancias aumentaron, todos traen una extensión de su casa hasta la improvisada plaza, sus cuatro ruedas.

Si pudiéramos mirar el lugar desde metros arriba, veríamos el rondador multicolor de vehículos que se forma, una muestra de que los tiempos han cambiado, hasta que un ¡olé! nos lleva de nuevo a esa época sin años, sin fechas, donde el toro es toro y el hombre, hombre.

EL CORPUS CHRISTI SANGOLQUILEÑO


Zoila Cevallos
Sentada en una banca del Parque Juan de Salinas, doña Zoila Cevallos Guayasamín, sangolquileña de 92 años, cierra sus ojos para recrear cómo se vivía esta ceremonia en el cantón.
En el mes de abril de 1930,a las 12 de la noche, del día de celebración, se escuchaba un bullicio tremendo cerca del río San Pedro, este era el sitio preferido para entrar al centro poblado. Las comunidades de Chillo Jijón, Fajardo, San Pedro de Taboada, incluso de Cotogchoa, Cashapamba y hasta de Amaguaña, se dirigieron a Sangolquí para participar del Corpus Christi, una fiesta de la iglesia católica destinada a celebrar la Eucaristía.

Tanto los caciques como los demás comuneros se enfrentaban en batalla campal para no dejarse ganar la plaza principal o la puerta de la iglesia, lugar considerado el más apetecido en esta ceremonia. Este caos se volvió más peligroso porque muchos de ellos llevaban una especie de lanzas con las que amedrentaban a los demás.

Este preámbulo de la celebración del Corpus Christi, nombre latino que traducido sería Cuerpo de Cristo,tenía ciertas características ceremoniales copiadas del mundo indígena, como el ritual ancestral que aún se lo celebra en algunas comunidades de la sierra central. Consiste en sacar todos los rencores y resentimientos con el vecino que le hubiere ofendido y cobrar esta injuria a golpes para luego, de común acuerdo, hacer las “pases” y olvidar los agravios hasta el siguiente año.

Durante la celebración del Corpus Christi, existía un prioste mayor y un segundo, quienes se encargaban de llevar el estandarte símbolo de la festividad, el cual consistía en una tela fina, en cuyo centro constaba “El Cáliz” que era de “oropel” y a los costados de este, collares de oro y otros metales preciosos.
Cuenta Doña Zoila Cevallos “mientras más pesaba este estandarte, era de mayor lucimiento del prioste. Quienes eran escogidos por el sacerdote entre los caciques de la zona, al ser reconocidos como la gente más distinguida de las comunidades indígenas. Estos personajes solían estar trajeados con una camisa, un pantalón de casimir importado, sombrero,  un poncho de dos caras y caminaban descalzos”.

Detrás de los priostes llegaba un colorido ejército de personajes y grupo de danzantes que portaban en la cabeza réplicas en forma de culebras o cualquier otro animal, elaboradas en su gran mayoría con oro. Además, llevaban los instrumentos característicos como los “Pingullos” y Bombos; entonaban la melodía y ejecutaban saltitos a la izquierda y saltitos a la derecha, como paso particular de los danzantes del Corpus, para hacer sonar al mismo ritmo los muchos cascabeles que tenían colgados en los costados del pantalón.

Uno de los personajes más importantes de esta ceremonia eran los “Diablos Huma”; con su careta de dos caras, sus infaltables cachos y el “acial” asustaban a todo transeúnte despistado. Al lado de estos singulares personajes iban los “Yumbos”, cuya vestimenta era completamente blanca y con cabellera confeccionada de “cabuya”, que le daba la tonalidad blanquecina característica. Por lo general, también portaban unos “soles”, moneda antigua a base de plata.

Aún recuerda Doña Zoilacómo los priostes buscaban siempre a su abuelo, José  Guayasamín, y a su madre, Carmen Petrona, para que les confeccionaran la ropa que usarían en la ceremonia. Cuando ellos fallecieron, esta labor fue heredada por el señor Antonio Vilatuña.

El desfile terminaba en la Plaza Mayor de Sangolquí, para dar inicio a la eucaristía. Al finalizar, la celebración se trasladaba a las calles durante los próximos ocho días. Denominada por ello “La Octava de Corpus”, que consistía en recorrer las principales vías de la parroquia, bailando al ritmo de pingullos y golpes de los bombos. En la “octava” aparecían nuevos personajes como las “vacas locas”, que se confundían entre el frenesí del baile.

Las mujeres de la parroquia, en cada barrio salían con comida y bebida para los danzantes, incluso las esposas de los carniceros solían esperar el desfile con unas ollas muy grandes para ofrecer todos los productos de la zona, principalmente el tostado y el mote con hornado.

El Octavo, último día del Corpus, era dedicado a celebrar al “Señor de Los Puentes”. Los priostes, cursaban invitaciones y asistían danzantes de Guajaló y el sur de Quito 

¡Saltito a la Izquierda, Saltito a la Derecha!, con este paso, todos avanzaban hasta la Plaza “César Chiriboga” a un costado de la Iglesia Matriz, donde sucedía nuevamente la mezcla del culto religioso con la vieja costumbre ancestral indígena.

Con danzas y nuevos personajes, la gente se reunía en la plaza y se representaba una reminiscencia de la Conquista española, que constaba de un teatro donde participaba toda la comunidad. Sangolquileños eran ahora; Colonizadores Españoles, y eran indígenas corriendo por toda la plaza.
Llevando a todos a representar los acontecimientos como los recuerda el imaginario popular, gracias a la trasmisión de padres a hijos. Estas alegorías terminaban con la trágica representación del arresto de Atahualpa y su posterior ejecución. Con la cabeza abajo, en duelo eterno, todos se dirigían a la iglesia para el culto final y el evento principal de todas las festividades religiosas que se daban en Sangolquí, la corrida de toros populares en el Parque Juan de Salinas.
Esto se sigue practicando hoy con la misma demencia y manteniendo su principal finalidad, proclamar y aumentar la fe de los católicos en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. Pero los toros populares han dejado de ser parte de esta festividad religiosa, para hacerse presente en otras de carácter cultural.

Todo ha ido desapareciendo en el Cantón Rumiñahui, eso que le hacía muy popular, los disfrazados y los toros en esas fechas, debido a la reforma Agraria, se ha limitado a los ritos de la iglesia católica al celebrar el Corpus”, alcanza a decir Zoila Cevallos, quien se levanta de la banca del parque central y camina lentamente hacia su casa suspirando por el viejo Corpus Christi.













LOS PINTORES DE EL PROGRESO


Al hablar de Carnaval los primeros países que se nos vienen a la mente son Brasil, España o Colombia, con el carnaval de Rio de Janeiro, el Carnaval de Tenerife y el de Barranquilla, respectivamente.

Sin embargo, dentro del Ecuador, en cada rincón y provincia, existen grandes festividades religiosas y culturales que se dan durante el Carnaval: En la provincia de Esmeraldas se prepara el Festival de Danza y la Marimba, que en el 2011 cumple su décima edición; grupos de danzas colombianos, peruanos, argentinos y brasileños preparan sus mejores disfraces y sus mejores ropas para celebrar esta festividad, considerada para muchos como un evento cultural y religioso.

Alejado de la región costera, en el Valle del Chota, Imbabura, como ya es costumbre desde el 2002 se celebra el Coangue. Fiesta Afroecuatoriana con gran riqueza cultural que se manifiesta a través de la danza, las bandas mochas, la literatura, la música bomba y la gastronomía del lugar.

Siguiendo la serranía ecuatoriana y llegando a la provincia de Tungurahua, en Ambato ya es una tradición que la fiesta de las Flores y las Frutas se realice cada año desde 1949, a raíz del devastador terremoto del 5 de agosto y el deseo de la población en dejar de lado este suceso.

De la misma manera, en la provincia de Pichincha, en un pequeño cantón llamado Rumiñahui, se realiza el Corso de Carnaval, una festividad que se la celebra en el mes de febrero, precediendo a la cuaresma. Comparsas, danzantes y carros alegóricos amenizan lo que sería “la festividad más colorida del año”.

 

Los pintores de El Progreso recubren a Rumiñahui


A las 7: 20 de la mañana de un 21 de febrero, la población de Sangolquí se levanta con el cielo cubierto de nubes oscuras y una pequeña llovizna que se torna incómoda para la ocasión. Los gritos de los niños correteando por las calles y las bocinas de los pocos vehículos que concurren por las calles principales, son la muestra de que una festividad esta próxima a empezar.

Como era costumbre durante estas fiestas, Mario Ayala, de 12 años, sale a caminar por la calle García Moreno en compañía de sus dos amigos de infancia. Sus pasos aunque alegres, eran cortos y lentos, la sonrisa de oreja a oreja, escondían nerviosamente las pequeñas botellas llenas de agua que llevaban a sus espaldas. “Recogíamos las botellas plásticas de nuestra casa, les llenábamos de agua y en la tapa hacíamos un agujero con un clavo calentado en la estufa para que al apretar saliera el agua”, comenta Mario, mientras sus ojos le brillaban de la felicidad, pues el carnaval es su festividad favorita.

Trabajadores de El Progreso
Muy cerca de ese poblado, desde 1910 se había asentado la fábrica de cigarrillos El Progreso, una sucursal traída desde la ciudad de Guayaquil con el ferrocarril que une a Quito. Alrededor de 200 hombres, entre capitalinos y sangolquileños, trabajaban en estas instalaciones ubicadas en el Valle de los Chillos. Por lo general, iban caminando hasta Sangolquí para hacer compras o cortarse el cabello, de ahí que varios de estos trabajadores entablaran amistad con los habitantes del lugar, con quienes los fines de semana compartían algún deporte para entretenerse.

Pocos años después de funcionamiento de la fábrica en Sangolquí, una mañana del mes febrero, alrededor de 20 trabajadores de El Progreso se reúnen para contar el dinero que habían logrado recaudar en las coletas que acostumbraban hacer para las festividades de carnaval. Dos trabajadores, generalmente los más jóvenes, se dirigen al centro poblado de Sangolquí dos días antes de carnaval para comprar pintura a base de agua, la cual disolvían y ponían en pequeñas cubetas que tomaban prestadas, propiedad de los señores de limpieza de la fábrica.

Mientras tanto, en la avenida General Enríquez y Abdón Calderón, decenas de personas vestidas con ropas viejas y mojadas, aplaudían y disfrutaban del Corso de Carnaval que se llevaba a cabo por primera vez en el cantón. Mario y sus dos amigos se escondían detrás de los arboles que adornaban la General Enríquez, para mojar a los danzantes y las comparsas que se presentaban desde las 10 de la mañana y que recorrían las principales calles de Sangolquí.

Este desfile, que se realizaba el primer día de los tres que duraba el carnaval, tenía un recorrido de dos kilómetros. Los danzantes y los niños de las escuelas que hacían sus representaciones, debían soportar agua, serpentinas, harina y otros ingredientes de cocina que les arrojaban los moradores a medida que caminaban y bailaban, acompañados de bandas populares, por las avenidas y barrios del pueblo. El recorrido finalizaba donde actualmente es la Plaza Cívica Rumiñahui, lugar donde se reunían todos los que participaban del corso para comer los preparados que les brindaban los dirigentes de la época.

Siendo la una de la tarde, hora que generalmente terminaba el desfile, los trabajadores de la fábrica El Progreso se preparaban para bajar a Sangolquí, algunos con los uniformes y otros vestidos con ropas viejas, caminaban con paso acelerado para llegar a la Avenida Enríquez. Llevaban consigo las cubetas llenas de pintura y otras simplemente con agua.

Cerca de la avenida, un grupo de familiares que estaban jugando carnaval y bailando al ritmo de la banda de pueblo, contratada para amenizar la fiesta, observan a lo lejos acercarse a un grupo de hombres con cubetas en mano.

¡Ya vienen los de El Progreso!, advirtieron a los vecinos que se encontraban cerca.

La gente corría por toda la avenida a esconderse para no ser alcanzados. Ni las personas de edad avanzada se libraban de los ataques de pintura que hacían los trabajadores de la fábrica. Hombres, mujeres, niños y ancianos terminaban embadurnados, al igual que las avenidas por donde recorrían. Mario y sus amigos corrían detrás de ellos con los “chisguetes” en las manos. 

Ya era costumbre que los del Progreso todos los carnavales vayan con pinturas recorriendo las calles de Sangolquí. Como hay gente que lo toma con risas y les esperan con agua o harinas, otros simplemente prefieren no salir de sus casas”, comenta Alfonso Díaz, sangolquileño de 62 años que recuerda la época de “los pintores del Progreso”, como él mismo los denomina.

En otras calles y barrios por donde el desfile de carnaval no pasaba, la gente jugaba familiarmente, se reunían, compartían los preparados y se mojaban. Incluso había lugares donde se “asaltaban” las casas, los jóvenes se subían a las paredes y mojaban al vecino. Pero a la larga, todos terminaban reunidos tomándose los famosos “canelazos”.

 

La campaña municipal y el Corso de Carnaval Rumiñahui

En la mañana del 21 febrero del 2004, cientos de asistentes se ubican desde muy tempranas horas a lo largo de las avenidas General Enríquez y Abdón Calderón para ver el desfile de carnaval. La expectativa de saber cómo se iba a llevar a cabo el Corso ese año, aumentaba el número de personas en las aceras de las principales vías del cantón.

Meses antes de empezar las festividades de carnaval, el  Ilustre Municipio de Rumiñahui, encabezado por el Alcalde Héctor Jácome, lanza una campaña para cuidar el líquido vital y reemplazarla por la espuma de carnaval, como único artículo carnavalesco para usar durante el desfile. 

Coloridas comparsas, danzantes, bandas de pueblo y estudiantiles, dieron inicio a lo que se denomino “Corso de Carnaval Rumiñahui”. Un desfile donde se prohíbe jugar con agua y manchar a los participantes con espuma de carnaval.

Alfonso Díaz comenta que “Desde el 2004 con la campaña municipal, el respeto y la solidaridad se ha solventado entre los habitantes. La gente juega sin agua y en el corso, se sigue mostrando parte de la identidad de los rumiñahuenses”.

Esta festividad, al igual que en 1990, cumple con un recorrido de dos kilómetros pasando por las calles Venezuela, Mercado, Eloy Alfaro, Bolívar, Genaro Jaramillo y Riofrío hasta llegar a Plaza Cívica Rumiñahui, donde se encuentran las autoridades del cantón.

Aunque los pintores de El Progreso ya no existan, quedaron impregnados en la memoria de los habitantes de mayor edad. A tal punto que en la actualidad muchas veces se escapa un grito ¡Ya vienen los de El Progreso!, haciendo escapar más de una carcajada a los que recuerdan esa época. 


EL CHAGRA Y EL SEÑOR ALCALDE


Aproximadamente a las 4 a.m. Samuel Aldas se levanta de la cama de un salto, ha llegado el día del desfile, y aunque ha participado desde hace 20 años del Paseo del Chagra por las principales calles de la Ciudad de Sangolquí, todavía siente cierto nerviosismo en los preparativos y cierta ansiedad por quedar disfrazado como él quiere, es decir con un toque de antaño y de esta humildad.

Oshotas
La noche anterior deja listo lo que se pondrá esta mañana. En la pequeña sala de su casa, ubicada en el barrio El Vínculo, se encuentran amontonados un sombrero ya casi sin forma y con huellas del tiempo, un poncho típico de la sierra central a rayas y casi en hilachas, la camisa blanca que es lo único nuevo que se utilizará, un pantalón de fino casimir en el que se destacan tres o cuadro parches cosidos a mano y de diferente tela y un par de “oshotas” que son dos “alpargatas” formadas de una suela de caucho gruesa, dando la forma de sandalia y tiras de algún cuero de animal preparadas y secadas al sol, adornadas con unas pequeñas espuelas que le dan el toque especial a cualquier chagra que se precie.
Su compañero será un joven burrito al que ha colocado una silla de montar elaborada a mano por uno de sus amigos artesanos. Pues, a diferencia de los chagras tradicionales,  él no montará un caballo, porque el que tenía su hijo se ha llevado la noche anterior y no hay visos de que regrese.

Completa su traje varios “cabestros” en el hombro, un rondador y una vejiga de animal en forma de botella para el licor, por supuesto con su tapa elaborada del soporte de los granos en la mazorca llamado “tuza”

 

La salida


Una vez ataviado con el “traje” se dispone a salir con el burrito en ristre y como la fiesta había empezado, prueba un trago de canela con puntas que ha preparado la noche anterior, este desayuno le daría el toque apropiado a su ánimo para el desfile.

Una vez en la calle que baja hacia el centro de la ciudad, se anima a montar el noble animal, busca una peña que le sostenga por si el burrito hace algún quiebre no acostumbrado. Una vez montado y viendo que no quiere caminar, y para colmo olvidando que tenía espuelas,  le talonea ligeramente, y el burrito levanta las patas y lanza violentamente a Samuelito contra la peña haciendo pedazos el rondador y estropeando todo el traje.

Para suerte del chagra, no se encontraba gente por el camino, sino hubiera sido la causa de sonoras carcajadas.

Tomando un nuevo sorbo del trago que llevaba, calma al animal y se vuelve a montar; esta vez con caricias y mucho cuidado logra que camine cuesta abajo, hasta el punto de reunión para empezar el desfile.

Historias y anécdotas entre tragos


Hasta llegar al lugar de partida designado por los organizadores, Samuel ha cosechado un sinnúmero de sonrisas de todos los que lo han visto pasar con ese traje y el animal, él no se da por aludido y saluda graciosamente a todos levantando la mano.

A las ocho de la mañana comienza el desfile y para esa hora junto a los amigos Samuel había consumido, casi media botella de la canela con puntas que llevaba. Obviamente con el licor se ponía más alegre cada vez.

Samuel es una persona muy conocida en Sangolquí, porque aparte de ser un personaje típico del desfile, trabaja en una institución de servicios lo que le da esa popularidad que es su orgullo.

A tres cuadras del recorrido saluda con un amigo, al que sin dudarlo le ofrece el trago en la vejiga que está a medio consumir.

A la pregunta del porqué del traje. Me comenta la primera anécdota:

Desde hace 20 años que participo en las fiestas del maíz y del turismo, porque como usted ve soy nativo del campo y me gusta mucho las viejas tradiciones. Mis abuelos fueron empleados de una hacienda y yo tengo la idea de cómo era la vida del campo. Es por esto que cuando me toca participar organizamos todo para mostrar cómo era la labranza de la tierra, sus vestuarios y sus costumbres”.

A cinco cuadras y después que el segundo conocido le saluda y también le pregunte acerca de su traje. Samuelito se dispone a contar una de sus típicas historias, acompañada de unos buenos sorbos del “traguito” de la vejiga.

La gente moderna ya no sabe, por decirle una cosa tan simple, qué es el jaccigua. El “jaccigua” es, por ejemplo, cuando ya se termina la cosecha del maíz en la hacienda; se hace una cruz de mazorcas, se invita a los dueños de la hacienda a que se den una vuelta, viendo que ya se ha culminado la cosecha. Luego de eso se le coge, como se dice, a “traición”; se  le hace cargar la cruz, se le amarra y se le pide el “jaccigua” al final de la cosecha. Entonces lo que tiene que hacer el dueño de la hacienda es llamar al mayordomo y le dice: a ver pelen un toro, buey o una vaca, hagan mote, chicha. Y como antiguamente no había radio, no había banda, no había nada de eso, simplemente se hacía música con  un pingullo, o en el mejor de los casos se amenizaba la fiesta con guitarra, rondador, violines, bandolines. Eso era la fiesta del jaccigua,”

Está a punto de llegar a la tribuna y Samuel sigue disfrutando de su trago, de la fiesta y del desfile.

Otro amigo le pregunta cómo nació el desfile del chagra, con tragos de por medio y haciendo parar el desfile en medio de la calle Abdón Calderón, cuenta la siguiente historia: “En relación a eso hubo la idea de que como no había carros en el Cantón, toda la gente bajábamos a las compras cada fin de semana en caballos o asnos, también para hacerse el pelo o comprar las cosas de primera necesidad, en especial el Kerosene”  porque no había luz y se alumbraba con “mecherito” que se hacía uno mismo. A raíz de eso hubo gente que bajaba montado, se llamaban chagras de campo. Nace ahí la idea de que se haga un desfile de chagra; comenzó con 10 ó 12 grupos invitados de las haciendas, siendo este su origen y lo que ahora es una tradición”.

Cada vez más cerca de la tribuna de autoridades, un conocido periodista de un medio local, lo saluda y le pregunta que cómo así él desfila vestido de esa manera, a lo que con traguito de por medio responde:

“La intención del grupo de amigos que nos reunimos para participar en el desfile es poder representar la identidad del Cantón. En especial recordar cosas como que Sangolquí es conocido como el granero de la provincia de Pichincha, donde se cosechaba el maíz “bajamonte”, con granos de porte de una haba, para el consumo personal o la venta, porque como se sabe hay tantos productos que se derivan del maíz como el mote, el tostado, las humitas, las tortillas, etc. !Salud!”. Y sigue el camino hacia la tribuna.

Paso frente a la Tribuna de Autoridades


Samuel es un personaje que se caracteriza por su frontalidad para decir las cosas y por su humor bastante  ácido.

Cerca de la tribuna, el burro no resistía el recorrido y finalmente se arrodilla en la calle sin querer moverse. Por más esfuerzo que realizaba Samuel, el animal no daba un paso más.

Samuel Aldas saludando con el sombrero frente a la tribuna
Como es conocido, todos los chagras, al pasar por  delante de la tribuna, efectúan sus mejores repertorios, o saludan con sombrero en mano e intentan quites con el caballo, bastante difíciles,  demostrando  dominio encima de las bestias o recogiendo algún objeto que previamente lanzan a la calle sin bajarse del mismo.
Samuel, con todo el trago de la vejiga dentro, pues se lo había consumido hasta el fondo y con el burrito sin querer parase, lanza un grito que a pesar del jolgorio de la gente se alcanzo a escuchar: ¡Vamos, señor Alcalde, muévase haga algo!
Ante la carcajada de la gente tuvo que explicar que el burrito tiene como mal nombre “Señor Alcalde” y que lo único que intenta es lograr que el noble animalito haga alguna gracia para homenajear a las autoridades.

Aclarado el incidente, todavía colorado y viendo que por fin se levanta el burrito prosigue su camino

 

La anécdota final


Pasadas las horas difíciles del  “chuchaque”, Samuel contaría la  anécdota con la que culminaría ese  año el desfile del Chagra:

Después del desfile por la calle “Abetos”, ya bien “chumado”, me monto al burro y en mi pensar, me voy a la casa. Cerca del toril atravesaba el Tinajillas y se había formado como una “resbaladerita” (pequeña pendiente); me bajo al río con la intención de cruzarlo. Pero el burro no quería pasar, quedándome en el lecho del río”.
Viendo que me había bajado por el toril, y además que estaba todo mojado, peleando para que el burro logre pasar, la señora Cevallos, vecina del sector, me dice:
“Ve que lindo ese señor que bonito”
A lo que le respondí: “El burro o yo”:
“Ambos, pero espere no sea malito, quiero tomarle una foto” me contesta alegre. Entro a la casa pero como la señora no encontraba el rollo para la cámara, me dice:
“No tengo rollo, me voy a traer del centro, pero no se irá”
Se dio el lujo de ir hasta la Plaza Central por el rollo y yo esperándole porque ya estaba bien “chumadito”. A la larga me tomó las fotos.

Al otro día bajó al concurso del lazo. Porque estaba en el programa que tenía que concursar en el burro mismo.

“Ya sobrio y de día, me doy cuenta que en el río ya existía un puente  y que se encontraba a unos  10 metros  de donde me quedé. A carcajadas como burlándome de mi mismo, me dispongo a entrar a la plaza de toros donde me llevé una colcha en merecimiento a mi buen desempeño en el Señor Alcalde”.













LA CANTONIZACIÓN A TRAVÉS DE SUS GESTORES


En la esquina de la calle Genaro Jaramillo y Riofrío, Gerardo Coronel, un hombre de 92 años se encuentra sentado y con mirada fija en las afueras de su hogar, una casa blanca de un solo piso con tejas marrones y puertas de madera desgastada con los años. Es su hogar desde los años 30 que llega a vivir en Sangolquí.

Cada mañana, desde que deja de trabajar con el médico municipal, se levanta a las 8 para ir a la Plaza Central a comprar “El Comercio”. A pesar de sólo leer los titulares,  esta rutina que la adquirido es una excusa para salir a pasear por las calles del Cantón y conversar con algunos viejos amigos que visitan el Parque Juan de Salinas.

Cerca del medio día regresa a su hogar, y tras haber leído las primeras líneas de las noticias que le llamaron la atención del periódico, las deja junto a las demás unidades desde hace  32 años. 

Gerardo Coronel
Tras haberle pedido que me cuente detalles importantes sobre la cantonización de Sangolquí. Me dice que hubo gestores que propiciaron en esta etapa importante en el Cantón, como el señor Teodoro Arrieta, quien visitó Sangolquí como Jefe de la Oficina de Telégrafos. 

Al verse atraído por el clima y la hospitalidad de la gente, ofrece a los pobladores un abogado para que ayude de manera gratuita con todos los trámites de cantonización. 

Esta noticia se corría por las calles de la parroquia, y el entusiasmo de las personas se reflejaba en la representación de Humberto Tinta, Mariano Guayasamin y Amable Pérez, quienes se reunían por primera vez en la sala de la Oficina Telegráfica para recoger firmas de apoyo, y conformar un Comité, que se mas adelante se trasladarían a la capital para presentarse ante el Jefe Supremo de la República, General Alberto Enríquez Gallo, quien tenía que considerar el objetivo de elevar a Cantón la parroquia que en ese entonces pertenecía a Quito. 

Coronel hace una pausa y le da tiempo a su memoria para que no le falle, “El proyecto era cantonizar todo el Valle, pero algunos barrios no quisieron pertenecer al Cantón, como Amaguaña, Conocoto y Alangasí. Sin embargo, había que improvisar otras parroquias y se crea San Pedro, San Rafael, Cotogchoa y Rumipamba para completar el programa de parroquias”.

Sin embargo, este no fue el único inconveniente que los sangolquileños tuvieron para la cantonización; porque cuando todo parecía estar marchando bien el abogado que había ofrecido Arrieta, comunica al comité que apoyaría al pueblo, pero que sus servicios tendrían un costo. Como no podían cubrir el valor que les pedía, hicieron una nueva reunión, esta vez en la casa del señor Rafael Rojas ubicada cerca de las oficinas de telégrafos. Pero al no encontrar una solución para cubrir el pago al abogado, el proceso de cantonización se vio obligado a pararse momentáneamente.


El 12 de febrero de 1938, quince días después de la última sesión, los miembros del comité reciben una noticia alentadora. En la ciudad de Quito se realizaba un desfile encabezado por los sangolquileños residentes en la capital, con la colaboración de aproximadamente 1300 personas, entre obreros de la Central de Trabajadores y el Sub Comité Femenino, que se crea en Sangolquí para apoyar al objetivo por el que se estaba luchando y ayudar a recolectar dinero para cubrir los gastos del abogado, presidido por la señora Jesús Cevallos. 

Pocos días después se logra restablecer el proceso de cantonización y se concreta que el 8 de abril se llevará a cabo un desfile para recibir al General Enríquez Gallo, quien visitará Sangolquí por primera ocasión. Se tenía la participación de las escuelas, sindicatos, obreros de la fábrica Chillo Jijón, la fábrica de cigarrillos El Progreso y de la población que trabaja en las haciendas de los alrededores. Dándose por primera vez lo que más adelante se conocería como el desfile del chagra, debido a la cantidad de montados que se hicieron presentes ese día.

Gerardo Coronel me explica: “A partir de este evento nace el primer desfile del chagra, organizado por el señor Luis Mejía, mayordomo de Inés Gangotena, y el señor Honorio Rodríguez; quienes salieron a recibirle al General Enríquez en caballos convocando a todas las haciendas de la parroquia. Este recibimiento se inició en San Rafael y en lo que recuerdo fue una verdadera fiesta”.  

En el mes de mayo, después de la bienvenida que se le ofreció a Enríquez Gallo, el comité presentó la solicitud de cantonización con unas 3000 firmas de respaldo. Estos ayudaron para que el Jefe Supremo considere llevar a cabo la cantonización y nombrar una comisión para que se traslade a Sangolquí y estudie el proceso.

Fue así que el 22 de mayo, fecha que recuerdan todos los miembros del comité, el General regresa a Sangolquí. Esta vez fue recibido con una de las mejores y más grandes festividades, llena de regalos, elogios, e incluso a la calle principal se le da el nombre de Avenida General Enríquez, con el fin de comprometer la firma que permita cantonizar a la parroquia. La misma que se logra conseguir 9 días después de la última visita del Jefe Supremo.

Desde ese entonces en la memoria de los habitantes sangolquileños que vivieron en esa época y ayudaron a la cantonización de la parroquia, se conmemoran cada 31 de mayo como el aniversario de Rumiñahui; nombre que se le da una vez elevada su categoría a Cantón, haciendo honor al héroe indígena que fue símbolo de resistencia y valentía.
Sangolquí se convirtió en una de las parroquias principales de ese cantón.  

A partir del año 38 y ya nombrado Cantón Rumiñahui, se establecen las primeras autoridades, elegidas a través de elecciones populares. Esas dignidades recayeron en el señor Ángel Almeida como Jefe Político, y en Luis Acosta, José Salas, Gabriel Larco, Moisés Salazar, Antonio Sosa, Manuel Hidalgo y Aurelio Salazar como concejales.

Fue un año de muchas glorias donde nacieron grandes personajes que quedaron inmortalizados en la historia del cantón y de otros tantos que quedaron en el anonimato”, manifiesta Gerardo Corones al despedirse con un fuerte apretón de manos.