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LA SEMANA MAYOR ES DE LOS JÓVENES


Es febrero de 1970, y Sangolquí se prepara para dar inicio a una de las celebraciones más importantes del catolicismo. Las festividades de carnaval han pasado ya, el bullicio y las comparsas han quedado atrás, pues ha llegado la época de reflexión y recogimiento.

Procesión Semana Santa
Los danzantes de carnaval se han reemplazado por soldados romanos, vestidos con pantalones cortos, camisas blancas y ponchos a medio pecho, que caminan por las angostas y empedradas calle del cantón. Llevan casi a rastras a Cristo cargando la cruz, personaje que en su gran mayoría es representado por el prioste mayor de la época. Conjuntamente, con la personificación de María a un costado y al otro el párroco de la parroquia, caminan, a paso lento y marcado, en medio de creyentes que los esperan con claveles, rosas o velas encendidas para admirar la tan acostumbrada procesión de Jueves Santo; la cual culminaba en la Iglesia Matriz. Lugar a donde llegan cientos de fieles bien trajeados y con sombrero en mano.


Desde esa fecha han pasado varios años y las costumbres siguen siendo las mismas. Es como si la fe no tuviera tiempo y los minutos fueran efímeros; como si las huellas de las alpargatas de los soldados romanos o de las cadenas que llevaba Cristo aún se pudieran observar entre el asfalto de las actuales avenidas. Pues la Semana Santa siempre será celebrada en Rumiñahui con el mismo regocijo de hace 40 años o más.

La ceremonia de Recepción


Aún en tiempos actuales, las viejas tradiciones se encuentran latentes cada febrero o abril del año. Las campanas de la iglesia y el tumulto de la gente en sus puertas dan indicio de que un nuevo prioste está por recibir la tan preciada y reconocida “llaves de oro”, símbolo de tener la potestad para organizar y ejecutar la Semana Mayor. Ese pequeño instrumento, que viene recorriendo por décadas y traspasado por un sinnúmero de manos, llena de orgullo y bendiciones a las familias que la reciben del párroco de turno. Flores, murales conmemorativos y bandas de pueblo adornan la tan valorada ceremonia de recepción.

Un rito que a simple vista parece tan insignificante, donde el antiguo prioste entrega una llave a una nueva familia es, sin duda, la ceremonia de mayor importancia al finalizar la Semana Santa. Las expectativas de a quién recaerá esa dignidad y la emoción de los fieles han hecho que sobrepase y se mantenga hasta la actualidad, quizás manteniendo esa misma esencia de antaño.

Juan Pío Cevallos Guayasamín, un hombre con fe como ninguno, pero con tantas ilusiones como cualquiera, recibe su propia ceremonia de recepción en el 2009, tras haber sido entregada la llaves de oro por Cumandá Zurita, decide emprender un objetivo familiar, convertir a la Semana Mayor en una festividad no sólo religiosa, sino también cultural. Este sangolquileño, padre de 12 hijos y abuelo de 45 nietos da inicio de una celebración distinta en el cantón.

Antes la Semana Santa era celebrada simplemente por las familias tradicionales, pues los gastos de organización eran altísimos. Ahora se ha tratado de hacer de esta fiesta religiosa, un evento participativo que mantenga sus costumbres y esas tradiciones que nos han caracterizado a los sangolquileños”, comenta Juan Cevallos, antes de proceder a explicar el legado que dejó don Juan al morir un mes después de finalizada la Semana Mayor en su año de priostazgo.

Los jóvenes toman potestad


Cuando don Juan fallece a sus 92 años, la familia Cevallos piden nuevamente la llave de oro, tras haber dado las explicaciones del porqué extender su tiempo de priostes y tener la autorización del párroco, el padre Mantilla. Juan Cevallos, con ayuda de sus demás hermanos deciden darle un toque diferente como se venía celebrando la Semana Santa.

A los pocos días de haberles concedido tal petición, la familia comienza a organizar la ceremonia de recepción. Se hacen confeccionar un traje oscuro para los hombres y vestidos morados para las mujeres; de la misma manera, solicitan algunos artesanos para hacer una llave de mayor tamaño y de metal, que sería reemplazada por la antigua y original llave de oro, que había sido extraviada desde hace varias décadas atrás. Se tenían los trajes, se tenía el símbolo de potestad y las campanas daban sus respectivas tocadas para empezar un abril la tradicional ceremonia.

Los jóvenes y niños por delante, seguidos por los de mayor edad, todos muy bien uniformados, se disponen a entrar a la Iglesia Matriz, muy bien adornada con flores blancas y lazos rojos abren paso hacia el altar a los nuevos priostes. El primer familiar de don Juan roza con sus zapatos de charol la primera grada de la iglesia, es momento en que la pieza musical “El cóndor pasa” da sus primeras tonadas. Unas tras otro ingresan por el gran pasillo que finaliza bajo la imagen de Cristo Crucificado, donde el párroco les daba el encuentro; con la señal de la cruz se daba inicio a la ceremonia; pasaron veinte minutos y con los niños debajo de la cúpula principal empezaba el rito tradicional, la llave de metal descendía hasta llegar a manos de los más pequeños de la familia, quienes recibían y se la entregaban a los jóvenes en medio de la iglesia. Siendo este el comienzo de un año de preparación para la Semana Santa.

Toda la organización que se presenta durante la festividad religiosa se da desde que el antiguo prioste deja un legado. Se tiene todo ese año para ir preparando la semana que finalmente es entregada de nuevo al párroco, quien es la que decide a quien entregar la llave. Durante ese tiempo, se está preocupado de la iglesia, sino también se debe estar pendiente de las misas que se celebran los jueves al Santísimo”, explica Juan Cevallos de 46 años.

Llegada la Semana Mayor, los priostes empiezan las celebraciones desde el Domingo de Ramos, día en que se realiza la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, escenificada en una procesión que arranca desde el Monumento Rumiñahui hasta terminar en una misa campal en el Parque Juan de Salinas.

El lunes y martes continúancon una conferencia dictada por el padre Alfonso Lalaleo, realizada en la Iglesia Matriz, con la participación de grupos juveniles y católicos.

El día miércoles cuando la iglesia entra en descanso, la familia Cevallos decide presentar en el Salón de la Ciudad, y por primera vez en el cantón, una obra de teatro con temas religiosos, denominada “A la diestra de Dios Padre”; organizada por los nietos de don Juan y con la participación de 46 personas, que en su conjunto lograron representar varias parábolas de la biblia con luces, música y amplificación.
A lo que añade Juan: “La obra de teatro  ayudo a la familia Cevallos a unirnos más, porque estuvimos durante tres meses compenetrados organizando y repasando encima del entablado, pudimos desestresarnos del trabajo, haciendo cosas realmente diferentes como la actuación, espero que estas ideas que dejamos a los nuevos priostes se mantengan como una tradición”.

Continuando con la Semana Santa, el jueves, que es propiamente la ceremonia de la eucaristía, en la que Jesús la consagra, se realiza una procesión a las 6 de la tarde por el parque central y se concluye a las 8 de la noche con una misa solemne. Estos eventos dan paso al viernes, que amanece con la procesión del calvario; Juan Antonio Cevallos personifica a Jesús cargando la cruz desde el Monumento Rumiñahui, recorriendo las calles del cantón y bajo las campanas de la Iglesia Matriz se hace la crucifixión. Luego, se procede al sermón de las 3 horas y de las 7 palabras, predicadas por los jóvenes, y finaliza con una gran procesión donde Jesús muere y la ciudad se apaga. Al quedar todo a oscuras, se abre paso al día sábado cuando se celebra el encendido de las velas, los priostes proceden a encender “mechas” en el campanario y a las 7 de la noche el sacerdote entra a la iglesia portando un velón que se mantiene encendido por todo el año, como señal de Cristo resucitado.

La Semana Mayor concluye el domingo con la misa de resurrección, para la cual, la familia Cevallos, en conmemoración, confeccionó un mural.

La juventud ese año, se entregó por completo sintiendo por primera vez lo que es la semana mayor del catolicismo, lo que nunca antes había sucedido. Por eso, creo que se cumplió el mandato de mi padre y espero que para los próximos años no se retroceda a actos de hace 4 ó 5 años, donde el prioste sólo se dedicaba a organizar el jueves santo, sino mostrar que en conjunto con la iglesia se puede hacer una Semana Santa participativa y el protagonismo de los jóvenes para despertar en ellos la fe que se ve perdida”. Finaliza Juan Cevallos con este mensaje a los futuros priostes y a la población sangolquileña.

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