Francisco Vallejo, un sangolquileño de 32 años, había tenido la gentileza de invitarme al desfile procesional del Chagra, en Sangolquí. Esa misma mañana, me recibió en su casa a eso de las 7 am. Con un gesto fraterno y un abrazo me condujo al interior de su hogar, donde me presentó al resto de la familia que se preparaban para dicho desfile anual.
Francisco ha participado por dos años consecutivos de las festividades del Maíz y del Turismo en el Cantón Rumiñahui y desde luego en el paseo procesional del chagra. Llevaba un pantalón oscuro y una camiseta color azul, que a los pocos minutos fue reemplazada por una camisa blanca abrochada hasta el último botón, a más de unos impecables zapatos color negro que, según me comentó, debían ser de cordón. Esa era la vestimenta que voluntariamente iba a llevar la familia.
La casa estaba llena de gente, yendo y viniendo. Todos apurados buscando por los diferentes aposentos, las tradicionales prendas con las que desfilarían más tarde.
Me senté, aprestándome a la buena conversación que se produciría con el señor Vallejo, un tipo fornido y muy locuaz, quien iba a compartir la historia de los Tipán, una familia tradicional del cantón, y principalmente, acerca de la participación que han teniendo en las festividades de septiembre.
Comenzó diciendo:“Lamentablemente las festividades no han sido una muestra de la identidad de Rumiñahui, mire; las festividades del Maíz y del Turismo que se celebran este septiembre cumplieron 51 años, y estábamos comentado precisamente con los adultos mayores, quienes están totalmente tristes al ver cómo se celebran ahora estas fiestas. Esta dándose lastimosamente un proceso de aculturalización bastante serio, la falta de sentido de pertenencia y solidaridad, ha hecho que los rumiñahuenses hayamos perdido identidad y como sabemos que lo único que diferencian a los pueblos es básicamente nuestras costumbres y tradiciones, estamos empeñados en recuperarlas con autenticidad e innovación, a través de una representación que como familia Tipán venimos planificamos con tres meses de anticipación”.
Se colocaba el cinturón de color negro y tomando de una mesita cercana un pequeño cepillo, comenzó a lustrar un sombrero de ala corta que bajó cuidadosamente del armario por lo que tenía algo de polvo. Se probó frente a un espejo y prosiguió, haciéndome una pregunta: “¿Sabe la historia de nuestro antepasado Lucas Tipán?”, viéndome mover la cabeza para mostrar mi desconocimiento, comenzó a contar con mucho orgullo del primero de sus antepasados.
“Lucas Tipán, había sido hijo del Gobernador de la parroquia de Sangolquí, Francisco Tipán. Vestido de pordiosero, llevaba los mensajes del coronel Vicente Aguirre a los ejércitos del general Antonio José de Sucre, desde San Francisco hasta la Hacienda El Deán, ubicada en Conocoto. Cuando le preguntaban, los soldados del otro bando, hacia dónde se dirigía, este respondía que no era coterráneo y que iba al Quinche.
Se asegura también, que Lucas Tipán condujo a los ejércitos libertarios de San Francisco y Chillo Compañía, hacia la Hacienda de San Nicolás, pasando por El Deán. Después utilizando el Camino Real, subió la Loma de Puengasí para llegar a Chillogallo.
Lo que muestra que LucasTipán fue un instrumento de mensajería y un actor importante de la estrategia militar del General Sucre. Más adelante, y tras las labores que cumplió, el General Vicente Aguirre certifica que Tipán ha servido con el mayor honor a favor de la República, mientras el resto de “magnates” indígenas se hallaban íntimamente unidos a los españoles. Priorizó sus deseos de libertad y esperanza, para vivir días mejores para su raza”.
Francisco sacó pecho e inconscientemente terminó la referencia en alta voz:“siendo conocedor del Camino Real, no tuvo dificultad en convertirse en Alas y motor de un verdadero servicio de espionaje, que durante esos días llevó y trajo mensajes de Quito a Sangolquí”.Estas palabras habían sido las que llenaban de orgullo al señor Vallejo, quien era la décima generación en línea directa de Lucas Tipán.
Volviendo a verificar el buen estado de su sombrero, Francisco lo dejó sobre la mesita recomendando a todo mundo, que no lo toparan. Mientras que al otro lado de la sala, había una mujer que se encontraba procurándose con los últimos toques; lucía una ropa peculiar, pues vestía un anaco azul bien asegurado con una faja multicolor, una blusa bordada a mano, unas huallcas, un sombrero de ala corta, alpargatas de hilo y un par de zarcillos grandes con esmeraldas, rubíes y perlas.
“Desde hace 2 años la familia Tipán, participamos con la vestimenta característica de los sangolquileños. Hicimos esto para ver cómo reaccionaba la gente; la que no conocía se asombraba que nosotros salgamos vestidos así, y no lleváramos como los demás, la vestimenta de un chagra tradicional.
Pero, el fin era demostrar que el desfile del chagra no era una festividad del Cantón Rumiñahui, sino una festividad muy propia del cantón Mejía y de los cantones que en sus territorios o superficies tiene páramos”.
Pasaron alrededor de 15 minutos y el señor Vallejo, al igual que el resto de hombres de la familia, había terminado de vestirse con los trajes oscuros y el sombrero; esperaban para que se les designe el sitio que ocuparían en el desfile.
“Algo que llama la atención, es que sólo el 25% de habitantes son rumiñahuenses. La gente no conoce el cantón y no hay un material bibliográfico que nos indiquen cómo eran las festividades. Por eso, como familia nos hemos planteado un objetivo al llevar estas vestimentas, pues queremos elevar el sentido de pertenencia hacia este cantón, y sobre todo, despertar ese sentimiento de solidaridad que ha caracterizado a nuestra población siempre”, comenta Francisco antes de salir rumbo al desfile. Los montados enfilados iban al frente de la numerosa familia, los carros alegóricos que llevaban a los adultos mayores y los demás a pie, se dirigieron al Parque Santa Clara, ubicado en la Avenida Luis Cordero, lugar donde inicia el desfile todos los años. Durante ese trayecto, la gente ciertamente se admiraba de verlos con una vestimenta diferente, a excepción de los pobladores de mayor edad, quienes se sentían identificados con esa vestimenta y recordaban a sus antepasados sangolquileños.
A las 10 de la mañana de ese sábado 3 de septiembre, las primeras entonadas de la banda municipal que acompañaban a las reinas del cantón, dieron inicio al desfile. Por lo cual, en compañía de algunos integrantes de la familia Tipán, nos dirigimos hacia la avenida General Enríquez, para observar el paseo del chagra.
Los minutos pasaban y mientras el paso de los caballos acrecentaba por el mal clima, un familiar de Francisco, me comenta “Este año, los Tipán preparamos una coreografía que intenta representar el “jacchigua”. Cada representante de la familia carga una cruz de mazorcas de maíz que encarnan la cosecha y la gratitud hacia la naturaleza”. Lo cual se pudo constatar al poco tiempo, cuando un carro alegórico muy colorido y un grupo de danzantes abrieron paso a la participación de Francisco y su familia. Aplausos, elogios y rostros confusos se hicieron notorios mientras pasaban los montados con sus vestimentas características, llevaban consigo varios productos del cantón para entregar a la gente acompañado de un tríptico informativo que entregaban acerca de la familia, las tradiciones, costumbres y sobre su antepasado, Lucas Tipán.
A las 2 de la tarde, cuando el desfile terminó, en las calles Sucre y Olmedo, se encontraban reunidas alrededor de 300 personas, pues la familia Tipán tiene una vieja costumbre, el más anciano antecedía con una oración para compartir un sabroso caldo de “librillo” que era repartido para todos los miembros de la familia. Esta era una ceremonia tradicional acogida desde sus antepasados hace más de 200 años.
Una vez finalizada esta vieja costumbre, Francisco explica que el objetivo de recuperar la identidad, las costumbres y las tradiciones no queda simplemente en las actividades que realizan durante el desfile, sino que durante todo el año, se reúnen una vez al mes, para que cada familia presente una coreografía, la cual era preparada con ayuda de los más ancianos. En ella deben mostrar cómo se celebraba antes las festividades en el cantón.
Finalmente, concluye que “El fin es despertar en las nuevas generaciones ese sentido de pertenencia hacia la tierra que les vio nacer y la que les permite vivir diariamente”.
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