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LA SEMANA MAYOR ES DE LOS JÓVENES


Es febrero de 1970, y Sangolquí se prepara para dar inicio a una de las celebraciones más importantes del catolicismo. Las festividades de carnaval han pasado ya, el bullicio y las comparsas han quedado atrás, pues ha llegado la época de reflexión y recogimiento.

Procesión Semana Santa
Los danzantes de carnaval se han reemplazado por soldados romanos, vestidos con pantalones cortos, camisas blancas y ponchos a medio pecho, que caminan por las angostas y empedradas calle del cantón. Llevan casi a rastras a Cristo cargando la cruz, personaje que en su gran mayoría es representado por el prioste mayor de la época. Conjuntamente, con la personificación de María a un costado y al otro el párroco de la parroquia, caminan, a paso lento y marcado, en medio de creyentes que los esperan con claveles, rosas o velas encendidas para admirar la tan acostumbrada procesión de Jueves Santo; la cual culminaba en la Iglesia Matriz. Lugar a donde llegan cientos de fieles bien trajeados y con sombrero en mano.

IMPONIENDO IDENTIDAD AL DESFILE PROCESIONAL DEL CHAGRA


Francisco Vallejo, un sangolquileño de 32 años, había tenido la gentileza de invitarme al desfile procesional del Chagra, en Sangolquí. Esa misma mañana, me recibió en su casa a eso de las 7 am. Con un gesto fraterno y un abrazo me condujo al interior de su hogar, donde me presentó al resto de la familia que se preparaban para dicho desfile anual.

Francisco ha participado por dos años consecutivos de las festividades del Maíz y del Turismo en el Cantón Rumiñahui y desde luego en el paseo procesional del chagra. Llevaba un pantalón oscuro y una camiseta color azul, que a los pocos minutos fue reemplazada por una camisa blanca abrochada hasta el último botón, a más de unos impecables zapatos color negro que, según me comentó, debían ser de cordón. Esa era la vestimenta que voluntariamente iba a llevar la familia.

La casa estaba llena de gente, yendo y viniendo. Todos apurados buscando por los diferentes aposentos, las tradicionales prendas con las que desfilarían más tarde.

Me senté, aprestándome a la buena conversación que se produciría con el señor Vallejo, un tipo fornido y muy locuaz, quien iba a compartir la historia de los Tipán, una familia tradicional del cantón, y principalmente, acerca de la participación que han teniendo en las festividades de septiembre.

Comenzó diciendo:“Lamentablemente las festividades no han sido una muestra de la identidad de Rumiñahui, mire; las festividades del Maíz y del Turismo que se celebran este septiembre cumplieron 51 años, y estábamos comentado precisamente con los adultos mayores, quienes están totalmente tristes al ver cómo se celebran ahora estas fiestas. Esta dándose lastimosamente  un proceso de aculturalización bastante serio, la falta de sentido de pertenencia y solidaridad, ha hecho que los rumiñahuenses hayamos perdido identidad y como sabemos que lo único que diferencian a los pueblos es básicamente nuestras costumbres y tradiciones, estamos empeñados en recuperarlas con autenticidad e innovación, a través de una representación que como familia Tipán venimos planificamos con tres meses de anticipación”.

Se colocaba el cinturón de color negro y tomando de una mesita cercana un pequeño cepillo, comenzó a lustrar un sombrero de ala corta que bajó cuidadosamente del armario por lo que tenía algo de polvo. Se probó frente a un espejo y prosiguió, haciéndome una pregunta: “¿Sabe la historia de nuestro antepasado Lucas Tipán?”, viéndome mover la cabeza para mostrar mi desconocimiento, comenzó a contar con mucho orgullo del primero de sus antepasados.

“Lucas Tipán, había sido hijo del Gobernador de la parroquia de Sangolquí, Francisco Tipán. Vestido de pordiosero, llevaba los mensajes del coronel Vicente Aguirre a los ejércitos del general Antonio José de Sucre, desde San Francisco hasta la Hacienda El Deán, ubicada en Conocoto. Cuando le preguntaban, los soldados del otro bando, hacia dónde se dirigía, este respondía que no era coterráneo y que iba al Quinche.

Se asegura también, que Lucas Tipán condujo a los ejércitos libertarios de San Francisco y Chillo Compañía, hacia la Hacienda de San Nicolás, pasando por El Deán. Después utilizando el Camino Real, subió la Loma de Puengasí para llegar a Chillogallo.
Lo que muestra que LucasTipán fue un instrumento de mensajería y un actor importante de la estrategia militar del General Sucre. Más adelante, y tras las labores que cumplió, el General Vicente Aguirre certifica que Tipán ha servido con el mayor honor a favor de la República, mientras el resto de “magnates” indígenas se hallaban íntimamente unidos a los españoles. Priorizó sus deseos de libertad y esperanza, para vivir días mejores para su raza”.

Francisco sacó pecho e inconscientemente terminó la referencia en alta voz:“siendo conocedor del Camino Real, no tuvo dificultad en convertirse en Alas y motor de un verdadero servicio de espionaje, que durante esos días llevó y trajo mensajes de Quito a Sangolquí”.Estas palabras habían sido las que llenaban de orgullo al señor Vallejo, quien era la décima generación en línea directa de Lucas Tipán.
Volviendo a verificar el buen estado de su sombrero, Francisco lo dejó sobre la mesita recomendando a todo mundo, que no lo toparan. Mientras que al otro lado de la sala, había una mujer que se encontraba procurándose con los últimos toques; lucía una ropa peculiar, pues vestía un anaco azul bien asegurado con una faja multicolor, una blusa bordada a mano, unas huallcas, un sombrero de ala corta, alpargatas de hilo y un par de zarcillos grandes con esmeraldas, rubíes y perlas.

Desde hace 2 años la familia Tipán, participamos con la vestimenta característica de los sangolquileños. Hicimos esto para ver cómo reaccionaba la gente; la que no conocía se asombraba que nosotros salgamos vestidos así, y no lleváramos como los demás, la vestimenta de un chagra tradicional.
Pero, el fin era demostrar que el desfile del chagra no era una festividad del Cantón Rumiñahui, sino una festividad muy propia del cantón Mejía y de los cantones que en sus territorios o superficies tiene páramos”.

Pasaron alrededor de 15 minutos y el señor Vallejo, al igual que el resto de hombres de la familia, había terminado de vestirse con los trajes oscuros y el sombrero; esperaban para que se les designe el sitio que ocuparían en el desfile.

Algo que llama la atención, es que sólo el 25% de habitantes son rumiñahuenses. La gente no conoce el cantón y no hay un material bibliográfico que nos indiquen cómo eran las festividades. Por eso, como familia nos hemos planteado un objetivo al llevar estas vestimentas, pues queremos elevar el sentido de pertenencia hacia este cantón, y sobre todo, despertar ese sentimiento de solidaridad que ha caracterizado a nuestra población siempre”, comenta Francisco antes de salir rumbo al desfile. Los montados enfilados iban al frente de la numerosa familia, los carros alegóricos que llevaban a los adultos mayores y los demás a pie, se dirigieron al Parque Santa Clara, ubicado en la Avenida Luis Cordero, lugar donde inicia el desfile todos los años. Durante ese trayecto, la gente ciertamente se admiraba de verlos con una vestimenta diferente, a excepción de los pobladores de mayor edad, quienes se sentían identificados con esa vestimenta y recordaban a sus antepasados sangolquileños.

A las 10 de la mañana de ese sábado 3 de septiembre, las primeras entonadas de la banda municipal que acompañaban a las reinas del cantón, dieron inicio al desfile. Por lo cual, en compañía de algunos integrantes de la familia Tipán, nos dirigimos hacia la avenida General Enríquez, para observar el paseo del chagra.

Los minutos pasaban y mientras el paso de los caballos acrecentaba por el mal clima, un familiar de Francisco, me comenta “Este año, los Tipán preparamos una coreografía que intenta representar el “jacchigua”. Cada representante de la familia carga una cruz de mazorcas de maíz que encarnan la cosecha y la gratitud hacia la naturaleza”. Lo cual se pudo constatar al poco tiempo, cuando un carro alegórico muy colorido y un grupo de danzantes abrieron paso a la participación de Francisco y su familia. Aplausos, elogios y rostros confusos se hicieron notorios mientras pasaban los montados con sus vestimentas características, llevaban consigo varios productos del cantón para entregar a la gente acompañado de un tríptico informativo que entregaban acerca de la familia, las tradiciones, costumbres y sobre su antepasado, Lucas Tipán.

A las 2 de la tarde, cuando el desfile terminó, en las calles Sucre y Olmedo, se encontraban reunidas alrededor de 300 personas, pues la familia Tipán tiene una vieja costumbre, el más anciano antecedía con una oración para compartir un sabroso caldo de “librillo” que era repartido para todos los miembros de la familia. Esta era una ceremonia tradicional acogida desde sus antepasados hace más de 200 años.
Una vez finalizada esta vieja costumbre, Francisco explica que el objetivo de recuperar la identidad, las costumbres y las tradiciones no queda simplemente en las actividades que realizan durante el desfile, sino que durante todo el año, se reúnen una vez al mes, para que cada familia presente una coreografía, la cual era preparada con ayuda de los más ancianos. En ella deben mostrar cómo se celebraba antes las festividades en el cantón.
Finalmente, concluye que “El fin es despertar en las nuevas generaciones ese sentido de pertenencia hacia la tierra que les vio nacer y la que les permite vivir diariamente”.

ENTRE PONCHOS, SOMBREROS Y ZAMARROS


Cabalgan noche y día buscando el atajo escondido, lidia cerrazones por los deshielos del risco hasta llegar y domar las dispersas manadas bravías. Solitarios e íntimos, su caballo vaquero y él usan como lenguaje las motivaciones del freno suave y de la espuela puntiagudaRaúl Guarderas.

El chagra es considerado como un campesino dedicado a la labranza y cuidado de los animales. Teniendo similitud histórica con los vaqueros estadounidenses, el llanero colombiano o el charro mexicano, lleva vestimentas, exclusivamente funcionales, que muestran parte de su personalidad, como la camisa, el poncho, el sombrero de paño, la bufanda de lana de borrego, el zamarro, las espuelas y una huasca.

Generalmente viven en propiedades alejadas de la ciudad, como haciendas o páramos de la serranía ecuatoriana, donde se encuentran rodeados por sembríos y animales, cuidados y trabajados diariamente desde las primeras horas de la mañana.

Este personaje nacido de mestizos, es una persona sensible, amante de la naturaleza y sentimental. Se caracteriza por hablar fuerte, casi a gritos, quizás por la costumbre de vivir en el campo o la necesidad de comunicarse a grandes distancias, al trabajar al aire libre y en los páramos. Sin embargo, ha logrado acoger y hacer suyas costumbres, tradiciones y habilidades que trajeron consigo los conquistadores españoles, creando una versión propia y vital de las mismas.

El paso elegante de sus caballos y la elegancia del jinete, no logra imponerse a su inteligencia natural y el gran conocimiento del medio natural, que está conjugado con su discreto sentido del humor. Convirtiéndolo en un símbolo de mayor trascendencia histórico- regional a nivel mundial.  

 

El origen del primer club de Chagras


El Huasca Club Rumiñahui es una organización jurídica fundada en 1989, por un grupo de  sangolquileños amantes de la vida del campo. Rubén Almeida, un hombre de piel clara, laboriosamente curtida por el sol, con su distinguida camisa a cuadros, jean, botas de caña alta y un sombrero café es el presidente de este club, que en representación del cantón ha recorrido todo el Ecuador por más de 20 años, desde que 25 personajes, entre hacendados, mayordomos, peones y gente aficionada, se dieran a conocer como un grupo de amigos, que como ellos mismo lo dicen “llevan a la cagrería como un deporte en sus corazones”.

El club se origina en una pequeña casa, ubicada cerca de la avenida Abdón Calderón, en Sangolquí, donde constantemente se reunían hombres sabedores de la vida campesina; después de dos meses, deciden integrarse como organización, dándose el nombre de Huasca Club Rumiñahui. Tres palabras que contienen gran significado para sus integrantes y que logra abarcar la esencia de la chagrería.

La huasca es una veta que se hace del cuero de un toro que tenga 7 años, que sea bravo y no contenga ninguna herida o marca causada por el fierro caldeado. De él se extrae unas 45 a 50 brazas que son cuidadosamente cortadas por personas habilidosas, quienes se encargan también de prepararlas con marco, suero y sal, para más adelante dejarlas descansar por ocho días. Pasado ese lapso de tiempo, se extrae en forma de espiral de la “chaquicara”, que es la falda del toro, pequeñas tiras de entre 2 y 3 cm de ancho.

Se procede después a retorcerles y templarles en clavos para dejar por ocho días más secándose al sol y en una parte alta para evitar cualquier daño.
A los 16 días, el total que lleva este proceso, se baja el cuero cortado y se le soba con cascajo, piedra quemada, teja o un ladrillo para quitar el resto de pelo del animal.

Una vez finalizado esto, se procede a suavizarla a caballo contra un poste y se le unta grasa fina de res. Lo que conllevan a obtener una veta de aproximadamente 45 metros de largo, a la cual se le llama también huasca y es adorada por los chagras por ser su principal herramienta que les ayuda diariamente en sus labores del campo.

Es tradición en algunas haciendas, que una vez finalizada la veta se la pruebe, instantáneamente, enlazando a tres o cuatro de los más bravos toros de la propiedad.

A Huasca Club le aumentamos la palabra Rumiñahui por ser representantes de este lindo cantón, donde he acabado mi vida y mi juventud haciendo brillar a mi pueblo en cada rincón donde llevamos como mensaje las costumbres de la gente del campo”, comenta Rubén Almeida, sentado en la misma casa donde se originó la organización y donde guardan orgullosamente colchas, placas y trofeos que han cosechado por más de 22 años.

El club que emprendió con 25 personas, actualmente cuenta con 18 miembros activos, entre jóvenes y gente nueva que va aprendiendo, día a día, de Rubén Almeida y Aníbal García como únicos fundadores dentro de la organización, quienes les han enseñado a castrar, foguear al ganado y caballos, herrar y trabajar en el ganado. En tiempos de desfiles se encargan de organizar y domar a los potros y toros.

Fue así que a partir de 1989, con el surgimiento del Huasca Club Rumiñahui, los grupos de chagras organizados se fueron extendiendo a todas las provincias, como en Riobamba, Guaranda, Latacunga e incluso Machachi, donde si bien existían reuniones de amigos, no llegaban a conformarse como organización jurídica.

Cabalgata Identidad Rumiñahui


Como idea del Huasca Club, nace hace 12 años atrás, la Cabalgata Identidad Rumiñahui, nombre que se le da, porque se origina en el cantón y porque es muestra de unidad y comparte ese deseo de salir del pueblo para visitar todas las parroquias.
Actualmente, este evento se lleva a cabo en el mes de mayo como parte del programa de festividades de cantonización.
El club rumiñahuense invita a todas las provincias del Ecuador, para que se unan a la cabalgata, que como su nombre lo señala, resalta la identidad de la chagrería y las costumbres de la vida del campo.

Desde que se origina este evento, alrededor de 730 montados se reúnen desde las 7 de la mañana, en el parque El Ejido, ubicado en la calle Juan de Salinas, el recorrido dura aproximadamente una hora y media. Con monturas livianas y portando la vestimenta característica del chagra, se organizan en filas y columnas y se disponen a marcar un paso homogéneo. La policía, los bomberos y la Cruz Roja anteceden a esta cabalgata que está conformada por jinetes de Guaranda, Ambato, Riobamba, Cevallos, Pintag, Cayambe, Calacalí, y San José de Minas.

Rumipamba
El fin de hacer una cabalgata es para reunirnos, no sólo en los desfiles o en fiestas, sino crear una oportunidad para ir conversando en el camino, dando poemas, refranes y estar unidos entre personas que compartimos las mismas aficiones”, comenta Rubén Almeida, presidente del Huasca Club, quien es el encargado de hacer la ruta de recorrido que cumplirán los montados; salen del parque El Ejido para bajar a la zona del “aguacate” y salir a San Jorge, continúan por San Rafael hasta el Señor de los Puentes ubicado cerca de San Pedro, pasan por Fajardo, la fábrica “Danec” y Milagro hasta llegar a Cotogchoa, en donde pasan por varias haciendas antiguas como “San Agustín” para desembocar en Salgado. A partir de ahí, toman la calle principal, recorriendo dos haciendas “Puerta de Oro” y “Purucungo” para salir a Los Tubos donde hacen la primera parada para descansar, revisar a los caballos y servirse algún alimento. Pocos minutos después, siguen “cuesta arriba” para llegar al San Bachi y visitar la hacienda “San Antonio”, “El Suro” y finalizar en el “Vallecito”, una parte alta de Rumipamba.
En esta parroquia se reúne a todos los participantes de la cabalgata, se les ofrece un refrigerio y se procede a la entrega de diplomas, que inicia con las palabras de algunas autoridades. Por el año 2001, y con apoyo del Municipio de Rumiñahui, se incorporan otras actividades que se realizaban en una plaza de toros, propiedad del Club Herraje Dorado, como concursos de lazo, elección de la Reina de la Cabalgata, Chagra del Campo, Chagra Bonita y Chagra de la cabalgata, dignidad que recaía en mujeres escogidas por saber montar bien, dar rienda a sus caballos, saber ensillar y generalmente, ser buenas sabedoras de la chagrería. Posteriormente, se hace el denominado “almuerzo campero” donde se despostaba a 3 toros y 4 novillos, que se preparaban acompañados de un borrego, papas u otros alimentos como aporte de las haciendas de los alrededores. Las actividades en el “Vallecito” culminaban con una cabalgata de retorno hacia Sangolquí, cumpliendo con las visitas a cada barrio y parroquia del cantón. 

Comenta el señor Almeida que “El objetivo de pasar por cada barrio del cantón es dejar un mensaje de cómo viven los chagras y cuál es la vida del campo. Los pobladores nos reciben con una “chicha”, nos aplauden y cada presidente de la junta parroquial dan algunas palabras de bienvenida”. Cuenta que desde niño se ha interesado por la chagrería y la cultura del campo, al ser criado dentro de una familia de trabajadores de haciendas y llevar consigo costumbres que le dejaron sus antepasados. Siendo tal la entrega que deja durante su vida de chagra, que por varias ocasiones sufrió graves accidentes, como el que ocurrió en el año 80 cuando se rompió una pierna en un concurso de lazo en Machachi, representando al Cantón, y en el 2003 tuvo que estar inmovilizado por ocho meses sin poder subirse a un caballo o llevar su vida diaria con normalidad.

Sin embargo, como Rubén mismo los señala “no soy nadie, pero  los amigos que he logrado cosechar durante mi vida, me dieron ánimos para luchar y poder volver a montar mi caballo. Sin duda esas grandes personas lograron demostrarme que desinteresadamente los chagras somos honestos, amables y solidarios”.  

Desde ese entonces, y a partir de 1999, la Cabalgata Identidad Rumiñahui, ha sido una de las actividades que buscan renacer las costumbres de los antiguos sangolquileños y ayudar a fortalecer el sentido de pertenencia hacia una tierra que les ha dado mucho a los que viven en el Cantón Rumiñahui. 

Es una pena que las costumbres chacareras se vayan acabando, ya no hay chagras porque montar una vez al año un caballo, es de personas aficionadas. Pues, el chagra vive y actúa tras la cola del caballo y la vaca todos los días, en el campo con sol, lluvia y la niebla arrastrando”. Finaliza Rubén Almeida, un poco triste, al recordar que la cabalgata ya no es la misma que en sus inicios, pues ya no tienen el respaldo económico de esas instituciones públicas y privadas que ayudaban a promover y ejecutar esta gran iniciativa.