“Cabalgan noche y día buscando el atajo escondido, lidia cerrazones por los deshielos del risco hasta llegar y domar las dispersas manadas bravías. Solitarios e íntimos, su caballo vaquero y él usan como lenguaje las motivaciones del freno suave y de la espuela puntiaguda” Raúl Guarderas.
El chagra es considerado como un campesino dedicado a la labranza y cuidado de los animales. Teniendo similitud histórica con los vaqueros estadounidenses, el llanero colombiano o el charro mexicano, lleva vestimentas, exclusivamente funcionales, que muestran parte de su personalidad, como la camisa, el poncho, el sombrero de paño, la bufanda de lana de borrego, el zamarro, las espuelas y una huasca.
Generalmente viven en propiedades alejadas de la ciudad, como haciendas o páramos de la serranía ecuatoriana, donde se encuentran rodeados por sembríos y animales, cuidados y trabajados diariamente desde las primeras horas de la mañana.
Este personaje nacido de mestizos, es una persona sensible, amante de la naturaleza y sentimental. Se caracteriza por hablar fuerte, casi a gritos, quizás por la costumbre de vivir en el campo o la necesidad de comunicarse a grandes distancias, al trabajar al aire libre y en los páramos. Sin embargo, ha logrado acoger y hacer suyas costumbres, tradiciones y habilidades que trajeron consigo los conquistadores españoles, creando una versión propia y vital de las mismas.
El paso elegante de sus caballos y la elegancia del jinete, no logra imponerse a su inteligencia natural y el gran conocimiento del medio natural, que está conjugado con su discreto sentido del humor. Convirtiéndolo en un símbolo de mayor trascendencia histórico- regional a nivel mundial.
El origen del primer club de Chagras
El Huasca Club Rumiñahui es una organización jurídica fundada en 1989, por un grupo de sangolquileños amantes de la vida del campo. Rubén Almeida, un hombre de piel clara, laboriosamente curtida por el sol, con su distinguida camisa a cuadros, jean, botas de caña alta y un sombrero café es el presidente de este club, que en representación del cantón ha recorrido todo el Ecuador por más de 20 años, desde que 25 personajes, entre hacendados, mayordomos, peones y gente aficionada, se dieran a conocer como un grupo de amigos, que como ellos mismo lo dicen “llevan a la cagrería como un deporte en sus corazones”.
El club se origina en una pequeña casa, ubicada cerca de la avenida Abdón Calderón, en Sangolquí, donde constantemente se reunían hombres sabedores de la vida campesina; después de dos meses, deciden integrarse como organización, dándose el nombre de Huasca Club Rumiñahui. Tres palabras que contienen gran significado para sus integrantes y que logra abarcar la esencia de la chagrería.
La huasca es una veta que se hace del cuero de un toro que tenga 7 años, que sea bravo y no contenga ninguna herida o marca causada por el fierro caldeado. De él se extrae unas 45 a 50 brazas que son cuidadosamente cortadas por personas habilidosas, quienes se encargan también de prepararlas con marco, suero y sal, para más adelante dejarlas descansar por ocho días. Pasado ese lapso de tiempo, se extrae en forma de espiral de la “chaquicara”, que es la falda del toro, pequeñas tiras de entre 2 y 3 cm de ancho.
Se procede después a retorcerles y templarles en clavos para dejar por ocho días más secándose al sol y en una parte alta para evitar cualquier daño.
A los 16 días, el total que lleva este proceso, se baja el cuero cortado y se le soba con cascajo, piedra quemada, teja o un ladrillo para quitar el resto de pelo del animal.
Una vez finalizado esto, se procede a suavizarla a caballo contra un poste y se le unta grasa fina de res. Lo que conllevan a obtener una veta de aproximadamente 45 metros de largo, a la cual se le llama también huasca y es adorada por los chagras por ser su principal herramienta que les ayuda diariamente en sus labores del campo.
Es tradición en algunas haciendas, que una vez finalizada la veta se la pruebe, instantáneamente, enlazando a tres o cuatro de los más bravos toros de la propiedad.
“A Huasca Club le aumentamos la palabra Rumiñahui por ser representantes de este lindo cantón, donde he acabado mi vida y mi juventud haciendo brillar a mi pueblo en cada rincón donde llevamos como mensaje las costumbres de la gente del campo”, comenta Rubén Almeida, sentado en la misma casa donde se originó la organización y donde guardan orgullosamente colchas, placas y trofeos que han cosechado por más de 22 años.
El club que emprendió con 25 personas, actualmente cuenta con 18 miembros activos, entre jóvenes y gente nueva que va aprendiendo, día a día, de Rubén Almeida y Aníbal García como únicos fundadores dentro de la organización, quienes les han enseñado a castrar, foguear al ganado y caballos, herrar y trabajar en el ganado. En tiempos de desfiles se encargan de organizar y domar a los potros y toros.
Fue así que a partir de 1989, con el surgimiento del Huasca Club Rumiñahui, los grupos de chagras organizados se fueron extendiendo a todas las provincias, como en Riobamba, Guaranda, Latacunga e incluso Machachi, donde si bien existían reuniones de amigos, no llegaban a conformarse como organización jurídica.
Como idea del Huasca Club, nace hace 12 años atrás, la Cabalgata Identidad Rumiñahui, nombre que se le da, porque se origina en el cantón y porque es muestra de unidad y comparte ese deseo de salir del pueblo para visitar todas las parroquias. Actualmente, este evento se lleva a cabo en el mes de mayo como parte del programa de festividades de cantonización.
El club rumiñahuense invita a todas las provincias del Ecuador, para que se unan a la cabalgata, que como su nombre lo señala, resalta la identidad de la chagrería y las costumbres de la vida del campo.
Desde que se origina este evento, alrededor de 730 montados se reúnen desde las 7 de la mañana, en el parque El Ejido, ubicado en la calle Juan de Salinas, el recorrido dura aproximadamente una hora y media. Con monturas livianas y portando la vestimenta característica del chagra, se organizan en filas y columnas y se disponen a marcar un paso homogéneo. La policía, los bomberos y la Cruz Roja anteceden a esta cabalgata que está conformada por jinetes de Guaranda, Ambato, Riobamba, Cevallos, Pintag, Cayambe, Calacalí, y San José de Minas.
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Rumipamba |
“El fin de hacer una cabalgata es para reunirnos, no sólo en los desfiles o en fiestas, sino crear una oportunidad para ir conversando en el camino, dando poemas, refranes y estar unidos entre personas que compartimos las mismas aficiones”, comenta Rubén Almeida, presidente del Huasca Club, quien es el encargado de hacer la ruta de recorrido que cumplirán los montados; salen del parque El Ejido para bajar a la zona del “aguacate” y salir a San Jorge, continúan por San Rafael hasta el Señor de los Puentes ubicado cerca de San Pedro, pasan por Fajardo, la fábrica “Danec” y Milagro hasta llegar a Cotogchoa, en donde pasan por varias haciendas antiguas como “San Agustín” para desembocar en Salgado. A partir de ahí, toman la calle principal, recorriendo dos haciendas “Puerta de Oro” y “Purucungo” para salir a Los Tubos donde hacen la primera parada para descansar, revisar a los caballos y servirse algún alimento. Pocos minutos después, siguen “cuesta arriba” para llegar al San Bachi y visitar la hacienda “San Antonio”, “El Suro” y finalizar en el “Vallecito”, una parte alta de Rumipamba. En esta parroquia se reúne a todos los participantes de la cabalgata, se les ofrece un refrigerio y se procede a la entrega de diplomas, que inicia con las palabras de algunas autoridades. Por el año 2001, y con apoyo del Municipio de Rumiñahui, se incorporan otras actividades que se realizaban en una plaza de toros, propiedad del Club Herraje Dorado, como concursos de lazo, elección de la Reina de la Cabalgata, Chagra del Campo, Chagra Bonita y Chagra de la cabalgata, dignidad que recaía en mujeres escogidas por saber montar bien, dar rienda a sus caballos, saber ensillar y generalmente, ser buenas sabedoras de la chagrería. Posteriormente, se hace el denominado “almuerzo campero” donde se despostaba a 3 toros y 4 novillos, que se preparaban acompañados de un borrego, papas u otros alimentos como aporte de las haciendas de los alrededores. Las actividades en el “Vallecito” culminaban con una cabalgata de retorno hacia Sangolquí, cumpliendo con las visitas a cada barrio y parroquia del cantón.
Comenta el señor Almeida que “El objetivo de pasar por cada barrio del cantón es dejar un mensaje de cómo viven los chagras y cuál es la vida del campo. Los pobladores nos reciben con una “chicha”, nos aplauden y cada presidente de la junta parroquial dan algunas palabras de bienvenida”. Cuenta que desde niño se ha interesado por la chagrería y la cultura del campo, al ser criado dentro de una familia de trabajadores de haciendas y llevar consigo costumbres que le dejaron sus antepasados. Siendo tal la entrega que deja durante su vida de chagra, que por varias ocasiones sufrió graves accidentes, como el que ocurrió en el año 80 cuando se rompió una pierna en un concurso de lazo en Machachi, representando al Cantón, y en el 2003 tuvo que estar inmovilizado por ocho meses sin poder subirse a un caballo o llevar su vida diaria con normalidad.
Sin embargo, como Rubén mismo los señala “no soy nadie, pero los amigos que he logrado cosechar durante mi vida, me dieron ánimos para luchar y poder volver a montar mi caballo. Sin duda esas grandes personas lograron demostrarme que desinteresadamente los chagras somos honestos, amables y solidarios”.
Desde ese entonces, y a partir de 1999, la Cabalgata Identidad Rumiñahui, ha sido una de las actividades que buscan renacer las costumbres de los antiguos sangolquileños y ayudar a fortalecer el sentido de pertenencia hacia una tierra que les ha dado mucho a los que viven en el Cantón Rumiñahui.
“Es una pena que las costumbres chacareras se vayan acabando, ya no hay chagras porque montar una vez al año un caballo, es de personas aficionadas. Pues, el chagra vive y actúa tras la cola del caballo y la vaca todos los días, en el campo con sol, lluvia y la niebla arrastrando”. Finaliza Rubén Almeida, un poco triste, al recordar que la cabalgata ya no es la misma que en sus inicios, pues ya no tienen el respaldo económico de esas instituciones públicas y privadas que ayudaban a promover y ejecutar esta gran iniciativa.